DESCUBRIR A JESÚS
(DOMINGO XVII. T.O. Ciclo A)
28 julio 2002
¿Te has preguntado alguna vez por qué los santos han manifestado en su vida una
determinación tan firme? Casi todos identifican un momento concreto de su vida,
en que decidieron seguir a Jesús con todas las consecuencias. Y, a lo largo del
tiempo, nada ni nadie los ha distraído o apartado de esa opción. Y nos consta que
no siempre (y prácticamente a ninguno) les resultó fácil. ¿Por qué?
Porque hicieron el gran descubrimiento de su vida: nada ni nadie vale la pena si no
es Jesús de Nazaret. Lo demás tiene su valor, pero menos que Él. Lo demás sacia
deseos, pero no el deseo más íntimo y fundamental del ser humano. Lo demás
entretiene y es agradable, al menos momentáneamente, pero Él, su mensaje, sus
actitudes, su manera de relacionarse con los otros, su modo de entender la vida y
la muerte, el trabajo y el amor, el dolor y la alegría, la riqueza y la pobreza... es lo
que realmente llena y da sentido.
Podemos dirigirnos la misma pregunta a nosotros mismos. ¿Por qué, a pesar de
llamarnos y confesarnos cristianos, no vivimos en consecuencia? Porque no hemos
hecho el gran descubrimiento de Jesús de Nazaret. Y, por eso, pretendemos
compaginar lo suyo con lo nuestro, el estilo que se deriva del Evangelio con aquel
que a nosotros nos conviene en cada momento... Es como si no nos fiáramos: nos
parece que no seremos tan felices aceptándolo del todo y en todo, como si
mantenemos nuestras cosas o nuestras actitudes... Eso es. No estamos realmente
seguros de que Cristo es esa "perla preciosa", de que nos habla el Evangelio de
hoy, que no se debería cambiar por nada del mundo.
Y así estamos tantos cristianos que mezclamos cosas que, con el Evangelio en la
mano, son incompatibles, al menos en los extremos en que las queremos
compaginar. Porque algunos viven sólo por y para el dinero. Otros no buscan más
que situarse y estar a salvo de cualquier compromiso. Los hay que no pierden el
sueño aunque hayan roto sus relaciones con los demás. Están los que explotan al
hermano y se aprovechan de él. No faltan los que dañan con la lengua de manera
irreversible. Y se roba. Y se descuida la obligación profesional. Y se miente... Y todo
esto, profesándose católico, apostólico y romano. Y, a veces, hasta sin dejar una
cierta práctica religiosa.
El Evangelio nos propone otra cosa: "lo dejaron todo", "vende todo lo que tienes",
"vendió todo y compró el campo"... Es decir, si has hecho en Jesús de Nazaret el
gran descubrimiento de tu vida, vívelo con radicalidad. Cambiará tu vida por
completo. Y cambiará a mejor el ambiente en que te mueves.
Miguel Esparza Fernández