Domingo XV del Tiempo Ordinario Ciclo A
Julio 10 de 2011
Padre Emilio Betancur Múnera
BUENA SEMILLA Y BUEN OÍDO
“Palabras, palabras, palabras” es una buena descripcin de Hamlet atribuible a la
sociedad actual. Son muchas las palabras que hoy se pronuncian sin compromiso
alguno y que no aguantan la prueba del tiempo o el examen de sus contenidos.
¡Cuántas son las palabras violentas y asesinas que junto a las palabras mentirosas
hacen tanto daño y llegan a matar!
La palabra de Dios revela sólo verdades, es la verdad que obra sirviendo a las
personas y es efectiva contra el mal. “Esto dice el Señor: como bajan del cielo la
lluvia y la nieve y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla
y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer, así
será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi
voluntad, cumplirá su misin” (Is 55,10-11).
PALABRA Y PROMESA
La palabra de Dios cuando toca el corazón del hombre y éste le permite mirar e
interpretar la vida desde el punto de vista de Jesucristo, origina semillas nuevas
que posibilita reencontrarse con la esperanza y disfrutar la alegría. Escuchar y leer
la palabra de Dios es acceder a que el corazón, la vida, renazcan
permanentemente: “sabemos, en efecto, que la creacin entera gime hasta el
presente y sufre dolores de parto y no sólo ella, sino también nosotros, los que
poseemos las primicias del Espíritu (la palabra), gemimos, interiormente,
anhelando que se realice plenamente nuestra condición de Dios, la redención de
nuestro cuerpo”, (Rom 8,18-23). He aquí la gran promesa de la palabra de Dios
para quien la acoge, como promesa de Dios en Cristo.
TIERRA ABONADA
Todos los que en algún momento o de forma permanente siembran, conocen algo
admirable: a la semilla le basta con caer en un poco de tierra abonada.
Jesús siembra palabra a los cuatro vientos por medio de la predicación, la oración,
el estudio, la catequesis, la liturgia o la lectura de la palabra. Sólo es fecunda la
palabra que cae en buena tierra.
Con frecuencia los alicientes de la plata, el apego a las cosas materiales, y la vida
fácil, no permiten a la palabra producir fruto, aunque en principio ésta entusiasme.
La ventaja es que Dios sigue siendo fiel a su amor, ofreciendo de nuevo, las
promesas que contienen su palabra. Gracias a la forma generosa como Jesús
esparce la semilla, la fecundidad solo requiere de un poco espacio en el oído que
permita llegar al corazón para que la palabra de el fruto del ciento, sesenta o
treinta veces”. Si escuchamos la palabra poco a poco cederán las piedras y las
espinas, signos de la dureza de nuestro corazón y los cuidados del mundo que la
entorpecen.
Si la palabra no fructifica es debido a los obstáculos para escucharla. El problema
no es de semilla sino de oído. Habrá que someter al oído a “los dolores del trabajo
de parto”.
ORACIÓN
Seor: “Endurecí mi ser como una roca, me volví como el sendero pedregoso. Las
espinas del mundo me han herido y han dejado mi corazn sin frutos”.
Señor has crecer en mí los brotes de la palabra, para poder ser fruto en uno de
estos tres: ciento por uno, sesenta por uno, o quizás solo treinta por uno. Me basta
una semilla para que mi vida cambie.
EVANGELIO
Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:
“Una vez sali un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos
cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos
cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto,
porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron,
y como no tenían raíces se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los
espinos crecieron, sofocaron las plantas. Otros granos cayeron en tierra buena
dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, setenta; y otros, treinta. El que tenga
oídos, que oiga”.
Lo sembrado sobre terreno pedregoso, representa al que oye la Palabra y la acepta
inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y
apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la Palabra,
sucumbe.
Lo sembrado entre los espinos, representa a aquel que oye la Palabra, pero las
preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y queda sin
fruto.
En cambio, lo sembrado en tierra buena, representa a quienes oyen la Palabra, la
entienden y dan fruto: unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el
treinta”.
CLIP
Isaías 55, 10-11
Salmo 64, 10. 11. 12-13. 14
Romanos 8, 18-23
Mateo 13, 1-23