EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Martes de la XV Semana del Tiempo Ordinario
Libro del Exodo 2,1-15a.
Un hombre de la familia de Leví se casó con la hija de un levita.
La mujer concibió y dio a luz un hijo; y viendo que era muy hermoso, lo mantuvo
escondido durante tres meses.
Cuando ya no pudo ocultarlo más tiempo, tomó una cesta de papiro y la
impermeabilizó con betún y pez. Después puso en ella al niño y la dejó entre los
juncos, a orillas del Nilo.
Pero la hermana del niño se quedó a una cierta distancia, para ver qué le
sucedería.
La hija del Faraón bajó al Nilo para bañarse, mientras sus doncellas se paseaban
por la ribera. Al ver la cesta en medio de los juncos, mandó a su esclava que fuera
a recogerla.
La abrió, y vio al niño que estaba llorando; y llena de compasión, exclamó:
"Seguramente es un niño de los hebreos".
Entonces la hermana del niño dijo a la hija del Faraón: "¿Quieres que vaya a
buscarte entre las hebreas una nodriza para que te lo críe"?.
"Sí", le respondió la hija del Faraón. La jovencita fue a llamar a la madre del niño,
y la hija del Faraón le dijo: "Llévate a este niño y críamelo; yo te lo voy a retribuir".
La mujer lo tomó consigo y lo crió;
y cuando el niño creció, lo entregó a la hija del Faraón, que lo trató como a un hijo
y le puso el nombre de Moisés, diciendo: "Sí, yo lo saqué de las aguas".
Siendo ya un hombre, Moisés salió en cierta ocasión a visitar a sus hermanos, y
observó los penosos trabajos a que estaban sometidos. También vio que un egipcio
maltrataba a un hebreo, a uno de sus hermanos.
Entonces dirigió una mirada a su alrededor, y como no divisó a nadie, mató al
egipcio y lo escondió en la arena.
Al día siguiente regresó y encontró a dos hebreos que se estaban pelando. "¿Por
qué golpeas a tu compañero?" Preguntó al agresor.
Pero este le respondió: "¿Quién te ha constituido jefe o árbitro nuestro? ¿Acaso
piensas matarme como mataste al egipcio?". Moisés sintió temor y pensó: "Por lo
visto, el asunto ha trascendido".
En efecto, el Faraón se enteró de lo sucedido, y buscó a Moisés para matarlo. Pero
este huyó del Faraón, y llegó al país de Madián. Allí se sentó junto a un pozo.
Evangelio según San Mateo 11,20-24.
Entonces Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado
más milagros, porque no se habían convertido.
"¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre
ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían
convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza.
Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos
rigurosamente que ustedes.
Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás
precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran
hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría.
Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos
rigurosamente que tú".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Jacques de Saroug (v. 449-521), monje y obispo de Siria
Poema
Convertirse y volverse al Señor
Volveré a la casa de mi Padre, como el hijo pródigo, y seré acogido. Tal como
lo hizo él lo haré yo: ¿no me va a escuchar? A tu puerta, Padre misericordioso,
llamo; ¡ábreme para que entre, por miedo a que me pierda y me aleje y perezca!
Me has hecho tu heredero, y yo he abandonado mi herencia y he dilapidado mis
bienes; que desde ahora sea como un mercenario y como un servidor.
¡Tal como la tuviste del publicano, ten piedad de mí, y por tu gracia viviré!
Como a la pecadora, perdona mis pecados, oh Hijo de Dios. Como a Pedro, sácame
de en medio de las olas. Como lo hiciste con el ladrón, ten piedad de mi bajeza y
¡acuérdate de mí! Como a la oveja que se perdió, búscame, Señor, y me
encontrarás; y sobre tus espaldas llévame, Señor, a la casa de tu Padre.
Como al ciego, ábreme los ojos ¡que vea tu luz! Como al sordo, ábreme los
oídos, que oiga tu voz. Como al paralítico, cura mi enfermedad, que alabe tu
nombre. Como al leproso, con tu hisopo purifícame de mis suciedades ( Sal 50,9).
Como a la adolescente, hija de Jairo, hazme vivir, oh Señor nuestro. Como a la
suegra de Pedro, sáname, porque estoy enfermo. Como al joven, hijo de la viuda,
ponme de nuevo en pie. Como a Lázaro, llámame con tu propia voz y desata mis
vendajes. Porque he muerto por el pecado como de una enfermedad; ¡levántame
de mi ruina, que alabe tu nombre! Te lo ruego, Señor de la tierra y del cielo, ven en
mi ayuda y enséñame tu camino, que yo vaya hacia ti. Condúceme hacia ti, Hijo del
Bondadosísimo, y que llegue al colmo tu misericordia. Iré hacia ti y allí me saciaré
de gozo.
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