XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A
HIERBAS, HIERBAJOS Y JUSTICIEROS
Padre Pedrojosé Ynaraja
Habla el evangelio de la misa de hoy del trigo, el cereal por excelencia de la cultura mediterránea.
En los tiempos bíblicos se cultivaba principalmente el “triticum vulgare”, nuestro candeal. Los
pobres, los que no disponían de buenos terrenos, se conformaban con la espelta, de inferior
calidad, pero capaz de crecer en situaciones adversas por su clima. Paradojas de hoy, este último,
se ha puesto de moda y su pan lo venden más caro, las más selectas tahonas. Las antiguas
versiones de la Biblia, a este último, a veces, lo llaman centeno, pues se le parece. Decía que el
trigo es propio de la cultura donde vivió el Maestro, lo mismo que, en otros lugares, lo es el maíz o
el arroz. Se podrían clasificar a los pueblos por la utilización de estos complementos alimenticios.
La cizaña es otra gramínea pero, pese a que los semitas la consideraban un trigo degenerado, es
diverso de este y su consumo es toxico. De alguna manera, se parece a la avena. Es más alto que
los otros cereales y lo que cuenta el evangelio no ocurre hoy. Los herbicidas lo han hecho
desaparecer de nuestros campos de cultivo. Fuera de ellos, como nadie se preocupa de
exterminarlo, crece por doquier.
He recogido espigas de trigo en una población cercana a mi domicilio, Malla es su nombre, donde,
para conservar antiguas costumbres, lo siembran a mano, lo siegan con hoces, separan
meticulosamente las malas hierbas y también lo trillan a la antigua usanza. La cizaña me costará
muy poco conseguirla. Por los caminos de mi casa, poco cuidados, abunda mucho, tanto que se
sorprenden cuando llevo un ramo a misa y se entera la gente joven de que de aquella planta que
ellos no le han hecho ningún caso, el Maestro supo sacar enseñanzas. (Os advierto, mis queridos
jóvenes lectores, que no podemos estar totalmente seguros de que corresponda exactamente a la
que abundaba en Palestina en tiempos de Jesús. Como tantas veces os he dicho, faltaban unos
cuantos siglos para que el buen Linneo estableciera sus normas de nomenclatura. No os
preocupéis, cualquier hierbajo que veáis os puede sugerir la enseñanza del Maestro).
La levadura es un microorganismo abundante y variado. Es uno de los pocos hongos que se
mencionan en la Biblia. Harina y agua mezcladas y de inmediato puestas al horno, se convierten en
pan ácimo. Dejada la masa en reposo a buena temperatura, la invaden las esporas
correspondientes, que hacen de las suyas, convirtiendo el pan en una masa esponjosa. En todas
las casas de Israel, se guardaba el grano que, en el momento oportuno, con cierta frecuencia, se
molía, oficio este propio de mujeres. Se le añadía agua a continuación, se amasaba la mezcla y
dejaba fermentar, añadiéndosele un poco de la masa guardada de la vez anterior, sin hornear. Al
cabo de unas horas lo introducía en el horno adosado a una pared, que nunca faltaba en ningún
domicilio. En las casitas de la antigua Nazaret se ven ejemplos. Los oyentes del Señor conocían
desde pequeños el proceso y la parábola les era fácil de entender.
El texto de este domingo habla de la mostaza. Me he dedicado con cierto interés a descubrir de qué
planta se trataba. Con frecuencia, se la identifica con la que ahora se elabora la salsa que lleva su
nombre (una sinapis). De ninguna manera, por su tamaño, puede coincidir. Cuando por primera vez
vamos a Tierra Santa, se nos enseña un arbusto bastante abundante y se nos dice que es la
mostaza evangélica. Muy satisfechos nos traemos semillas, miles de semillas en cualquier bolsita,
las sembramos y nos crecen con facilidad. Es uno de los buenos recuerdos que conservamos.
Sinceramente os digo que tampoco puede corresponder con la de la parábola (la que os hablo
ahora es una nicotina). Mencionada la mostaza esta sola vez en la Biblia, también lo es alguna más
en el Talmud, pero se cree que el vocablo no se refiere a una planta determinada, podría
corresponder a una de las tantas que sin sembrarlas, aparecen espontáneamente en cualquier
tiesto o jardín.
Con tanta explicación de elemental botánica, no puedo ahora extenderme en aplicaciones
cristianas, pero no puedo dejar de hacerlo. Apuntaré brevemente algunas ideas.
Empiezo por la primera. Conoceréis personas que van por el mundo con el deportivo afán de
“enderezar entuertos” por doquier, como el Caballero Andante. Gente que ahoga cualquier
iniciativa, observando y proclamando la más pequeña falta de cualquier proyecto. Con su afán
justiciero, impiden que crezcan proposiciones que él no domina. Todo les parece mal. Recuerdo
ahora la tira de la deliciosa Mafalda. Observa ella a un adulto que, viendo la facha de un joven, dice
indignado: esto es el acabose, a lo que responde ella: esto es el continuose del empezose de
ustedes. No es que corresponda del todo a la idea que venía explicando, pero, por el tono jocoso de
la historieta, nadie me lo recriminará.
Por los campos del Señor germinan, crecen y pretenden madurar, muchas iniciativas. No hay que
suprimirlas por sistema. ¡tantas cosas en la historia cristiana empezaron siendo consideradas
estrambóticas y luego dieron paso a inmejorables y duraderas fundaciones! ¡tantas instituciones
gozaron de fama y poder en sus principios, pretendiendo avasallar a todo bicho que no se postrase
a sus pies y luego se ha descubierto, los engaños que encerraban, el egoísmo y orgullo personal
que satisfacían! En cambio, la que consideraron extravagante actitud de Francisco de Asís ¡Cuánto
bien hizo y sigue haciendo!
Nunca se sabe el bien que se hace, cuando se hace el bien, dice el aforismo. Murió Ch. de
Foucauld sin haber conseguido ni un solo seguidor suyo y al cabo de pocos años más de diez
familias religiosas siguen sus intuiciones. ¡Y que decir de la diminuta y simpática Chiara Lubich!
¿Quién iba a apostar por sus ilusiones en aquellos azarosos días, cuando soñaba exigencias
cristianas, en su Trentino de entreguerras? Estas consideraciones las pensaba yo, considerando lo
que Jesús quería que concluyéramos, viendo la menuda semilla de mostaza, sea cual sea.
Pienso ahora, y con ello acabo, en un ejemplo que puede corresponder a la enseñanza que nos
proporciona la levadura. Acordaos que la voluminosa masa es de un cereal y que es un
microorganismo el que la invade. Se me ocurre recordar las enérgicas cartas que la humilde
terciaria Catalina, desde Siena, dirige al Papa, aposentado con su corte, en los imponentes palacios
de Avignon. Una sencilla mujer laica influirá en el proceder del que preside toda la Santa Iglesia
Universal.
Padre Pedrojosé Ynaraja