Domingo XVI del Tiempo Ordinario Ciclo A
Padre Emilio Betancur Múnera
TODO OCURRE EN EL CORAZÓN
Mateo une tres parábolas con una única explicación: el daño de la maleza en medio
del trigo. Esta explicación se relaciona al mismo tiempo con el pequeño grano de
mostaza que se vuelve un árbol frondoso y a la levadura que leva la masa (Mt 13,
24-43).
La parábola de hoy presenta, como el domingo anterior a un hombre que salió a
sembrar al campo, y mientras dormía, otro sembró maleza en el trigo. Esta es una
parábola del Reino y de la Iglesia de ese tiempo y la de ahora. El papa Benedicto
XVI ha dicho que “el mal está dentro de la Iglesia”. Pero también hoy slo Dios
puede remover la maleza sin desenraizar ninguna espiga de trigo.
Mientras no sea Dios quien separe la maleza del trigo, hasta la cosecha, es tiempo
de crecimiento y esperanza. Es la concreción de la promesa de la sabiduría.
Segunda lectura: “con todo esto has enseado al pueblo que el justo debe ser
humano, y has llenado a tus hijos de una dulce esperanza, ya que al pecador le das
tiempo para que se arrepienta”.
Dios y la Iglesia saben que el mal (maleza) pueden desaparecer antes que el trigo
madure, también que hay algunas semillas de trigo que demoran por madurar poco
antes de la cosecha, y otras que brotando rápido se secan, que no llegan a ser
espigas, o que madurando son granos débiles. La calidad de la semilla nunca es
perfecta y no es por error del sembrador. Su enemigo, no él que siembra, es quien
esparce la maleza en el campo.
Puede ser como en la parábola del domingo anterior que la responsabilidad esté en
los diversos terrenos significados en el corazón del hombre. Es ahí donde le damos
la bienvenida a la maleza y la dejamos crecer con sus múltiples expresiones
actuales. Es en el corazón donde también se le permite a la semilla que dé fruto o
se seque. La maleza designa a todos los que hacen pecar a los demás y todos los
que hacen mal a su prójimo.
La parábola de la maleza ilumina las parábolas de la mostaza y la levadura en la
masa y éstos iluminan la primera.
LA PALABRA AMPLIA EL CORAZÓN
La promesa y la esperanza significa que tenemos, hasta la cosecha, el tiempo
para que en el corazón ocurra el milagro, o que la semilla, tamaño cabeza de alfiler,
se vuelva como un árbol, a cuyas ramas llegan los pájaros para hacer sus nidos. La
grandeza del árbol es inexplicable ante la pequeñez de la semilla. Así se amplía el
corazón con la semilla de la palabra.
Si vemos primero la ínfima semilla y luego la etapa final del árbol, sembraremos
en el corazón, al mismo tiempo, semillas de fe y esperanza.
A la palabra semilla, no se le puede negar ningún lugar o tiempo para sembrarla en
el corazón, porque por más pequeña que sea hasta en su palabra, no podemos
detenernos en su pequeñez sino soñar con lo que crecerá.
LENTITUD Y RAPIDEZ
Ahora bien, ese crecimiento puede ser más rápido de lo que nosotros pensamos,
porque cuando la mujer de la parábola evangélica puso una pizca de levadura en
tres medidas grandes de harina, toda la masa se creció.
La cierta lentitud de la segunda parábola se convierte en rapidez para producir su
efecto, “y toda la masa acab por fermentar” (Evangelio). Así es el levado de la
palabra y no el de los discípulos, que no siempre son buena levadura. No todas las
levaduras son buenas, de algunas nos debemos cuidar (Fariseos) (Mt 16,6-22) y
hasta rechazar (1 Cor 5,7).
NUESTRA RESPOSABILIDAD
La parábola no hay que identificarla exclusivamente con la Iglesia porque la semilla
se esparce por todas partes y en todo tiempo. En medio está la Iglesia. Aquí
también hay hijos del mal y del Reino y enemigos que trabajan toda la noche. La
noche en la Biblia no designa solo el pecado (mal) sino también el momento actual.
Estas parábolas no nos eximen de la responsabilidad con lo que va a pasar.
Debemos ser semillas que llevan el deseo de crecer y florecer. No siempre
crecemos a pesar de la buena levadura, ni tampoco nos podemos confiar del mal
que hay en nosotros y nuestro alrededor.
Siempre podemos contar en la lucha contra el mal con el Espíritu que intercede por
nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. El Espíritu ruega
conforme a la voluntad de Dios, por los que le pertenecen (segunda lectura). El
Espíritu es el amor del padre expresado en Jesús muerto y resucitado, amor que
puesto en el corazón “nos ayuda en nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos
pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con
gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios que conoce
profundamente los corazones, sabe lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu
ruega conforme a la voluntad de Dios, por los que le pertenecen (Segunda Lectura).
EVANGELIO
Jesús les contestó: El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre; el
campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los
partidarios del mal; el enemigo que la siembra, es el diablo; el tiempo de la
cosecha es el fin del mundo; y, los segadores, son los ángeles.
Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al final del
mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a
todos los malvados y a todos los que inducen a otros al pecado, y los arrojen en el
horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. Entonces los justos
brillarán como el sol en el reino de su Padre: el que tenga oídos, que oiga”
CLIP
Sabiduría 12, 13. 16-19
Salmo 85, 5-6. 9-10. 15-16ª
Romanos 8, 26-27
Mateo 13, 24-43