IV Domingo Adviento - B
Evangelio de la Misa: Lc 1,26-38 Al lado de María
No puede faltar la mirada a la Virgen en el Adviento. Ella fue el cenit de la
promesa que se había hecho al pueblo israelita, y que este antiguo Pueblo de
Dios conservó durante siglos con esmero, fidelidad y esperanza. “Una virgen
concebirá y dará a luz un hijo. El salvará al pueblo de los pecados”, había
anunciado el profeta Isaías siglos atrás. Y llegó el momento de esa concepción
en el seno de una mujer, María de Nazaret, cuando el arcángel Gabriel le
propuso ser la Madre del Mesías, y Ella aceptó voluntariamente, pues entendió
que el mensaje y el plan venía de parte de Dios.
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Señor, que te nos muestras tan cercano y asequible con tu Encarnación
en el seno de una mujer humilde y sencilla del pueblo.
El relato evangélico está repleto de encanto y familiaridad,
pero también de valor histórico y salvador
y a la vez de llamada a la admiración y al compromiso.
Gracias, Señor, no solo por parecerte a nosotros, sino por hacerte uno de los
nuestros, y así no dudemos de tu humanidad y nos admiremos de tu divinidad.
Gracias, Señor, por esa mujer, tu Madre, que quisiste fuera madre nuestra,
rebosando fe y generosidad, paz interior y entrega valiente y comprometedora.
Le pediste, Señor, la alegría de la fe y de la entrega, generosa y total;
y Ella correspondió con minuciosa fidelidad.
Le prometiste que “sería bendita entre todas las mujeres”;
y con creces se ha cumplido por todas las generaciones.
¡Qué alegría nos produce esta escena a los cristianos,
por el misterio redentor allí obrado, y también por el testimonio de María,
nuestra Madre, que aceptó ejemplarmente la voluntad de Dios!
Quiero, Señor, vivir siempre junto a Ella, y amparado por su amor maternal.
Ayúdame a sentirme siempre hijo de tu Madre, y a gozar de su cariño maternal.
Quiero aprender de Ella a aceptar tu Santa Voluntad,
en mi vocación cristiana, y corresponder como Ella con alegría
y generosidad en todo lo que me vas pidiendo cada día..
¡Cómo emociona la escena del ángel Gabriel junto a María,
que tanto han representado y cantado los artistas y poetas!
La sencillez y la naturalidad del encuentro y del diálogo se entrelazan
con la hondura del plan propuesto y la trascendencia del compromiso.
Y reitero mi compromiso, Señor, de corresponder como María
en cada momento; y por eso, como la Virgen, te suplico:
“He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez