2º Domingo de Cuaresma - B
Evangelio de la Misa: Mc 9,2-10 Alegría y optimismo
Evangelio de la Transfiguración. Parece que Jesús tenía interés de que
sus amigos más íntimos –algunos apóstoles- tuvieran una experiencia
extraordinaria de su grandeza y poderío sobre los cielos y la tierra, en una
palabra sobre su divinidad.
Pedro, Santiago y Juan le contemplaron transfigurado, como envuelto en
su divinidad, e irradiando luminosidad, y conversando con Moisés y Elías. Se
sienten tan felices que ya no quieren perder aquella situación de arrobo y
felicidad. La lección les quedó aprendida y la experiencia inolvidable para toda la
vida.
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Señor, que te transfiguraste ante los apóstoles Pedro, Santiago y Juan
y les “acercaste” tu divinidad, para que experimentasen tu amor más profundo,
y en consecuencia la alegría y felicidad más inenarrable.
Yo quiero aprender de esta escena evangélica a adorarte como Dios,
y también a asegurarme y pertrecharme de la fe en tu divinidad,
y en tu mensaje divino de felicidad eterna y también de alegría,
familiaridad y optimismo cristiano en esta vida.
Aumenta, Señor, mi fe, y en consecuencia la confianza en tu persona
y en tu mensaje. Que sienta en todo momento la alegría y el optimismo de
creer en Ti, y de confiar en tu amor y en tu perdón; y también por tenderme tu
mano generosa cuando me acucian las tentaciones, o cuando me sobrepasan
las dificultades personales o sociales y ambientales.
¡Cuánto necesitamos de la verdadera esperanza cristiana en nuestro mundo,
que carece de ella, y a veces alardea de su pesimismo,
e indiferentismo religioso y moral!
¡Cuánto necesitamos de la verdadera alegría en la vida y del optimismo
en la lucha por los grandes ideales y valores humanos, familiares y sociales!
Gracias, Señor, por mostrarnos también tu divinidad como en la Trasfiguración,
que este día recordamos y meditamos, y por abrirnos esas puertas
que nos facilitan vislumbrar el cielo; y sobre todo nos animan a vivir seguros
con la virtud de la esperanza, y felices con tu ayuda,
que nunca defrauda, y siempre triunfa ante el mal y el pecado.
Que la oración diaria en esta Cuaresma alimente y refuerce, humana y
sobrenaturalmente, mi esperanza, mi ilusión cristiana, y mi alegría y optimismo
en la lucha ascética por la Conversión, en la que estoy comprometido.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez