3º Domingo de Cuaresma - B
Evangelio de la Misa: Jn 4,5-42 Templos vivientes
Próxima la celebración de la Pascua judía. Jesús se acerca (sube) a
Jerusalén, y se encuentra con el feo y lamentable panorama del templo
convertido en lugar de mercado público. “El celo por la Casa le devora” en
palabras de a Escritura Santa, y arremete contra aquellos mercaderes y
profanadores del lugar santo por excelencia: el Tempo de Salomón. Tiene
autoridad para hacerlo, pues tiene poder para resucitar después de la muerte,
ya inminente. Así lo entendieron ellos en su momento.
(Hoy se puede leer el Evangelio de la Samaritana, que corresponde al ciclo
A)
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Señor, que por una vez te vemos especialmente enojado,
e incluso utilizando una cierta violencia, para restituir el decoro
y el respeto al lugar sagrado, el Templo de Jerusalén.
Sin duda la firmeza de tu actuación, y la seguridad de tus palabras,
estaban motivadas por la gloria de Dios, que deseabas resplandeciera
siempre en los lugares sagrado; pero también estarían
empapadas de caridad y ejemplaridad para todos nosotros.
Quiero aprender, Señor, a respetar y venerar los lugares sagrados,
donde Tú te nos haces más cercano, y donde nos facilitas encontrarnos
contigo en la oración y la alabanza, y en el silencio y el recogimiento.
Además nuestra Santa Madre Iglesia ha querido que tu presencia eucarística
permanezca en los Sagrarios de las iglesias, para sentirte más cercano,
para que te visitemos y te adoremos; y para que nadie, tampoco los enfermos
y moribundos, se queden sin el alimento de tu amor eucarístico
y de tu gracia sanadora y santificadora.
Que sepamos, Señor, agradecer tu presencia en los Sagrarios,
visitándote cada día como al mejor amigo y el vecino más generoso y fiable.
Que no se quede, Señor, ningún enfermo sin recibirte en la Comunión por olvido
o dejadez de sus familiares o acompañantes; y que puedan recibirte
en los últimos momentos de sus vidas, para que todos puedan morir
en la paz de Dios, y con el abrazo del Padre bueno y misericordioso.
Al mismo tiempo, Señor, quiero ver en todos los hombres
tu presencia de amor y de paz; y quiero respetar a todas las personas
como templos humanos donde Tu quieres habitar por el amor y la gracia.
Ayúdame a respetar, proteger y amar a todos los hombres
como hermanos e hijos de tu bondad y misericordia.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez