Domingo de Ramos - B
Evangelio de la Misa. Relato, Pasión-Muerte de Jesús: Mc 14,1-15,47
Este año (ciclo B) corresponde como Evangelio de la Santa Misa la
narración de la Pasión y Muerte de Jesús según San Marcos.
La Semana Santa se abre con esta larga lectura que cada año se toma de
un evangelio sinóptico. Antes, en la bendición de los ramos con los que se entra
procesionalmente en la Iglesia para la celebración eucarística, se ha recordado el
relato de la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén, aclamado y vitoreado por las
gentes sencillas de la ciudad.
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Señor, Jesús, que te vemos aclamado y vitoreado por las gentes de Jerusalén,
las mismas que dentro de unos días, van a pedir tu muerte.
¡Qué gran lección nos ofreces, Señor, en estos últimos días de tu vida!
¡Qué ejemplos a repudiar y despreciar nos ofrecen algunos personajes
que te siguieron y te rodearon estos días!
Pero ¡qué consoladores y estimulantes los ejemplos de tu Madre, de Juan,
de Pedro, cobarde primero pero sincera y valientemente arrepentido después!
También quiero aprender de Simón Cireneo y de la Verónica.
Y como ellos quiero ayudarte a llevar la Cruz de los pecados de la humanidad,
y a vivir con tu imagen divina gravada en mi corazón y manifestada
en mi testimonio de ciudadano cristiano y de apóstol comprometido.
Hoy quiero, Señor, vitorearte gozosamente
como aquellas buenas gentes de Jerusalén.
Acoge mis aplausos de cristiano sincero y valiente, de trabajador responsable
y solidario, de amigo y compañero leal y optimista, generoso y sacrificado,
y de hijo, siempre fiel y solícito, piadoso y confiado.
Que aproveche, un año más, esta semana,
que con todo merecimiento llamamos santa, para que
ante el recuerdo de tu Pasión y Muerte, se afiancen mis sentimientos
y propósitos de perseverancia en la santidad y en el apostolado.
Que con mi buen ejemplo, mis palabras y mis buenas obras,
contribuya a crear, en el entorno familiar y social,
el ambiente apropiado a estos días, para que todos nos sintamos
más cerca de Ti por el perdón de la Confesión y en la participación de la
Eucaristía;
y así llegar a la Pascua de Resurrección con el corazón
henchido de alegría, agradecimiento y mayores compromisos apostólicos.
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Padre Segismundo Fernandez Rodríguez