Jueves Santo - B
Evangelio de la Misa: Institución de la Eucaristía : Jn 13,-15
Los textos bíblicos de la MISA DE LA CENA DEL SEÑOR, se repiten cada
año en este día del Jueves Santo. Los tres textos se interrelacionan y
complementan para explicar lo que en este día se recuerda y se celebra. En la
primera lectura (Ex 12,1-8; 11-14) se relata la celebración de la Pascua hebrea,
su origen, su ritual, su razón de ser y su finalidad, así como la obligatoriedad de
celebrarla cada año. En la segunda lectura (1ª Cor 11, 23-26) se proclama la
tradición recibida por Pablo de celebrar la Cena del Señor, y cómo la celebraban
los primeros cristianos.
Por último, el Evangelio nos introduce en el corazón de Cristo en aquella
Ultima Cena del Señor, para que podamos descubrir la raiz, y el eje conductor
de toda la vida de Cristo y también del Misterio Pascual: el Amor.
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Seor, Jesús, quiero empezar “saboreando” las palabras introductorias
de los misterios que celebramos estos días:
“Antes de las fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora
de pasar de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos,
que estaban en el mundo, los am hasta el extremo”.
No cabe mejor explicación de los sentimientos que embargaban tu corazón
y del motor que dirigía tus pasos salvadores: el amor a todos
hasta el extremo de entregar tu propia vida hasta la muerte.
Que no me quede, Señor, ensimismado y autocomplacido
con oraciones, ritos, fiestas o caridades humanas y servicios sociales.
Que sea siempre, Señor, el Amor profundo a Ti, y por amor a Ti a todos,
lo que me mueva, me ilusione, me exija y me preocupe.
Tu ejemplo, lavando los pies a los apóstoles, me conmueve y asusta un poco,
pues estoy tan lejano de esta humildad y generosidad en el amor a los demás.
Y no solo por que no lo entienda, como Pedro,
sino porque mi soberbia y egoísmo, me retraen a la hora de aceptar tu Amor,
y de traducirlo en obras concretas de caridad y servicio
como corresponde a un cristiano, que quiere “sentirse” siempre hijo de Dios.
Por esto deseo “paladear” tus mismas palabras,
las que dijiste después de lavarles los pies a los apóstoles:
“Vosotros me llamáis el Maestro y el Seor, y decís bien, porque lo soy.
Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies,
también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo
para que lo que he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”.
Que el lema y motor de mi vida sea siempre: amar al prójimo, amar la vida,
amar el mundo, como Te me enseñaste: por Amor a Dios.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez