2º Domingo de Pascua - B
Evangelio de la Misa: Jn 20,19-31 Fe en la victoria
En este segundo domingo de Pascua se repite todos los años el Evangelio
que relata dos apariciones de Jesús a los Apóstoles. En la primera, además de
saludarles con el saludo de la paz, les comunica el poder de perdonar los
pecados. En la segunda está también presente Tomás, quien antes se resistía a
creer a las mujeres que decían haber visto al Maestro resucitado. La ocasión era
muy oportuna y propicia para darles la gran lección de la humildad y de la fe,
que nos lleva a fiarnos de Dios y de lo que sabemos viene de Dios.
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Seor, Jesús, que por fin abriste “las entendederas” de los Apstoles,
aún de los más tercos, soberbios y superficiales.
Ciertamente estas actitudes abundan en nuestro entorno social y familiar,
y también, en muchos momentos, en mi propia vida,
ya que, a veces, me comporto con ligereza, o llevado por mi pereza o egoísmo;
y la soberbia me impide no tanto entenderte, cuanto responder
sincera y valientemente a mis obligaciones de cristiano,
y por tanto de persona leal, y de trabajador honrado,
de testigo valiente y público y de servidor humilde y sacrificado por los demás.
Te pido la humildad de Tomás, para que cada día pueda decirte sinceramente:
“¡Seor mío y Dios mío!” con la seguridad de que me oyes y me amas,
y con la certeza de que me sigues y me ayudas.
Señor, que disfrute de esta fe tan fuerte y optimista,
y la testimonie entre mis compañeros, amigos y familiares.
Que pueda rezar y proclamar públicamente:
“¡Cristo ha resucitado! Nada temo porque Tu vas conmigo”.
Que, con naturalidad y sencillez, muestre siempre que soy cristiano,
y que por eso vivo más seguro, más feliz, más generoso y más optimista.
Ante las crisis sociales de todo tipo, soy consciente de que la peor es
la crisis de bondad, de auténticos valores humanos, y en definitiva de santidad.
Con mi afán por la santidad y por ser apóstol en medio del mundo,
quiero proclamar: ¡Cristo ha resucitado!,
y prometo mantener encendido el Cirio Pascual de la Resurrección,
del triunfo sobre el pecado y la muerte,
y de la victoria sobre los males, guerras y miserias humanas,
que nos rodean y que tanto nos hacen sufrir.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez