3º Domingo de Pascua - B
Evangelio de la Misa: Lc 24,35-48 Testimonio cristiano
Ya Jesús se había aparecido a dos discípulos cuando iban camino de
Emaus. Ahora se les aparece a todo el grupo, quizá cuando estaban preparando
los aparejos para salir a pescar.
Todos los presentes, admirados, pudieron verle, tocarle, e incluso El
mismo pide que le ofrezcan comida, para que no duden en absoluto de su
presencia, y tampoco de su naturaleza humana, ahora entre ellos.
Jesús aprovecha la ocasión para explicarles que todo lo que había
sucedido, estaba escrito y anunciado en las Escrituras.
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Señor, Jesús, que tan amable y cariñosamente
te acercas de nuevo a tus amigos, los apóstoles,
para que no dudaran en absoluto de tu Resurrección.
¡Que comprensivo y atento eres con nuestras limitaciones y miserias humanas!
¡Qué clarividente y constante eres en tu misión docente y magisterial!
Unas veces como un buen Padre, otras como el mejor amigo,
en ocasiones como el maestro ejemplar, o el compañero
siempre a punto y servicial, siempre oportuno y animante.
Señor, que sepa comprender cada día tus muestras de cariño y confianza.
Que sepa exigirme y luchar contra mis defectos y limitaciones.
Que sepa escucharte y aprender realmente de tus palabras y enseñanzas.
Y sobre todo que sepa comprometerme ante tus exigencias y planes para mí.
Abreme el entendimiento como a los apóstoles, para que nunca desoiga
o desprecie tus gracias y tus advertencias para volar más alto en santidad,
y con más generosidad, entrega y sacrificio en el apostolado.
El ambiente que me rodea no es el más propicio para mostrarme
tu seguidor y aparecer como cristiano
manteniendo tus enseñanzas y ser fiel a ellas.
Pero por nada, y bajo ningún concepto, quiero cejar en el empeño
de ser tu apóstol, y mostrar al mundo, a mis amigos, a mi familia,
en mi ambiente laboral y social, la alegría desbordante de ser cristiano,
de seguir los mandamientos de la Ley de Dios y de la Santa Madre Iglesia;
así como de mantener con fidelidad el espíritu de las Bienaventuranzas.
Me gusta, Señor, saborearlas: Bienaventurados y felices los pobres de espíritu,
los misericordiosos, los limpios de corazón,
los que “luchan“ por la justicia sin esperar nada a cambio.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez