II Domingo Ordinario - B
Evangelio de la Misa: Jn 1,35-42 Ser apóstoles
En este segundo domingo del tiempo ordinario se empieza recordando
algo fundamental en la vida de la Iglesia y de cada cristiano: la llamada que el
Señor hace a aquellos primeros discípulos, que llamamos los Apóstoles de Jesús.
Esto fue fundamental, pues sobre esa base, o cimiento –los Apóstoles, elegidos
por Jesús de uno en uno- se empezó a edificar la Comunidad cristiana, el Nuevo
Pueblo de Dios. Jesús, con esa llamada o vocación, les acercó a su persona,
hasta el punto que entre ellos empezó a haber una unidad tan profunda, que
formaban como un mismo Cuerpo espiritual, el Cuerpo místico de Cristo. Así
mismo sucede con la vocación o llamada de cada cristiano a la Iglesia. Merece la
pena considerar en la oración de este semana aquella llamada y nuestra
vocación cristiana
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Señor, Jesús, que llamaste, y aceptaste personalmente, uno a uno,
a tus Apóstoles, para que te siguieran y así vivieran junto a Ti,
como sigues haciendo ahora con todos los cristianos
a través de la vocación cristiana, que se inicia en el Bautismo,
y se va formalizando con la Confirmación y sucesivas gracias,
que a nadie faltan, para que se pueda responder libre
y responsablemente a tu designio de santidad cristiana.
¡Qué aleccionadores son los diálogos, breves pero enjundiosos,
que tuviste con los Apóstoles! “¿Qué buscáis? Ellos le contestaron: Rabí
(que significa Maestro), ¿dónde vives?. El les dijo: Venid y lo veréis”.
Yo también me veo interpelado cada día por tus palabras amorosas, y siento
la invitación a seguirte por el camino de la conversión y de la santidad de vida.
Que sepa responder cada mañana como los Apóstoles: “Entonces fueron, vieron
dónde vivía, y se quedaron con El aquel día. Serían las cuatro de la tarde”.
Mi vocación cristiana pone ante mí un panorama grandioso y emocionante:
santidad de vida, amor de Dios en el trabajo, en la vida social y familiar,
en la entrega generosa a los demás, realizada con alegría y optimismo.
Que a la vez que me sienta feliz y satisfecho con mi vocación cristiana,
lo testimonie ante los demás con el buen aroma del amor de Dios,
y la caridad universal, donde quepan todos las personas.
Como los Apóstoles actuaron enseguida como tales, así yo también quiero
suscitar vocaciones cristianas a la santidad y entrega a Dios en el apostolado
y servicio a todos, en concreto a los más necesitados de tu gracia y de tu amor.
Que mi testimonio y buen ejemplo de cristiano y apóstol sea ejemplar
para los demás, y revulsivo de inquietudes vocacionales de entrega y
apostolado. Que, como Tu, trate a muchos personalmente y les hable al corazón
con el ejemplo y las palabras apropiadas en cada momento y circunstancia
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez