V Domingo Ordinario - B
Evangelio de la Misa: Mc 1,29-39 Sacerdotes santos
Seguimos leyendo el primer capítulo del Evangelio de San Marcos. Con la
simplicidad que le caracteriza, presenta ya a Jesucristo en plena actividad
apostólica: hablando con autoridad en la sinagoga (domingo anterior), curando a
la suegra de Pedro, y a muchos enfermos de diversos males y expulsando
demonios; en una palabra: “recorre toda Galilea, predicando en las sinagogas y
expulsando demonios”. Y como no podía faltar, rezando, pues “se levantó de
madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar”, a pesar de que la
gente “le andada buscando”.
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Señor, Jesús, te veo en el Evangelio con una actividad casi frenética.
Predicación, milagros, oración, pero sobre todo atención a la gente
que te sigue con fidelidad y deseos de aprender.
Me agrada tu agenda de trabajo y de servicio, de oración
y entrega a la gente. Yo también quiero imitarte en esa actitud
y disponibilidad permanente, para darme a los demás.
A todos nos corresponde, desde nuestra vocación y ministerio concreto,
ser tus testigos y apóstoles a imitación tuya en todos los momentos
y circunstancias. Pero sobre todo quiero pedirte hoy por quienes
son tus representantes en el ministerio sacerdotal, para que,
a imitación tuya, sean los incansables predicadores de tu mensaje salvador; que,
como buenos maestros, se hagan asequibles a todos,
para mejor acoger tu mensaje de paz y de amor, de santidad y de verdad.
No esperamos, Señor, de ellos milagros físicos o materiales,
pero sí los milagros de tu gracia en el Bautismo y en la Eucaristía,
y especialmente el milagro del perdón misericordioso en la Confesión.
Que nunca nos falten celosos y santos sacerdotes, que sirvan
a todo el Pueblo de Dios, y que orienten por caminos de santidad
y apostolado a todos los demás cristianos, fieles laicos de la Iglesia.
El Pueblo de Dios necesita también sacerdotes rezadores y piadosos,
y que enseñen a rezar y a tratarte a Ti con naturalidad,
piedad, confianza y frecuencia en la oración personal y la litúrgica.
Que las parroquias, Señor, puedan ser escuelas de oración,
para que todos los cristianos aprendamos a rezar
y lo practiquemos con naturalidad, frecuencia y optimismo.
De nosotros también depende, Señor, que nuestros sacerdotes
sean santos y apostólicos; y se sientan más felices y disponibles para servirnos.
Que encuentren en mi amistad el reposo y el sosiego que vigorice
su espíritu sacerdotal y su entrega al ministerio; que sientan en mi confianza
y generosidad la ayuda y estímulo que les reconforte en las dificultades
y tentaciones; y con mi colaboración y apoyo refuercen la ilusión
y seguridad en la perseverancia alegre y optimista.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez