X Domingo Ordinario - B
Evangelio de la Misa: Mc 3,20-35 Cumplir la voluntad de Dios
Varias cuestiones destacan en este Evangelio: multitudes de gente que
siguen a Jesucristo hasta el punto que “no le dejaban ni comer”; algunos
familiares que embobados por el entorno, quieren que Jesús se retire, pues
temen por su salud; los escribas que le acusan –quizá porque les quita clientela-
de estar endemoniado; y contestación de Jesús no solo defendiéndose, sino
también advirtiéndoles de su pecado -”blasfemia contra el Espíritu Santo”- ; y
por último, su Madre y sus hermanos o parientes, que se le acercan, y quieren
llevárselo, pero que la gente se entera. Jesús aprovecha la ocasión y nos da la
gran lección: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? … Estos son mi madre y
mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi
hermana y mi madre”.
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Quiero, Seor, seguirte como aquella gente que “no te dejaban
ni comer”; y además quiero hacerlo al lado de tu Madre.
Como siempre, los que se dicen “amigos de toda la vida”, o familiares
dominantes, que se creen guardianes y salvavidas insustituibles,
quisieron apartarte de tu camino e impedirte seguir tu misión.
Que no olvide la lección que me mas, muy útil para mí y para los que
apostólicamente deseo acercarte para que Tu les bendigas,
les acojas y les guíes por el verdadero camino.
Por supuesto, Señor, que estabas en tus cabales pues ofrecías
la paz del alma, el perdón de los pecados y la salvación eterna en el amor.
Pareces muy duro, Señor, con los que se oponen a tus palabras, y obstaculizan
tu gracia, y también con los que maliciosa e intencionadamente
malinterpretan tus palabras, o impiden y ponen obstáculos a otras personas
para seguirte en una vocación cristiana de mayor entrega y disponibilidad.
No para condenar a nadie, sino para ser más fuerte y perseverante
en el bien, quiero tener muy presentes tus palabras:
“Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres, los pecados
y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo
no tendrá perdn jamás, cargará con su pecado para siempre”.
Por otra parte, como ya te decía, quiero acompañarte al lado de María,
tu Madre, y Madre nuestra, a quien en absoluto despreciaste o desairaste,
sino que la hiciste partícipe de la Redención con su entrega a la voluntad
de Dios, y ahora la encumbras haciéndola también modelo de fidelidad
para todos los que tenemos que cumplir la voluntad de Dios.
Además Ella nunca buscó aplausos, ni reconocimientos, sino caminar
a tu lado hasta la Cruz. Por esto, Señor, acojo como María la propuesta
de Jesús: “Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple
la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”.
Pues, con Ella te digo: “Aquí estoy, Seor, para hacer tu voluntad”.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez