Evangelio de la Misa: Mc 6,41-51 Fe eucarística
El discurso de Jesús sobre la Eucaristía va “entrando en harina”. Todo
marcha “sobre ruedas” mientras contemplan y disfrutan de los panes y de los
peces multiplicados milagrosamente por aquel predicador, hasta el punto de que
“quieren hacerle rey”, pues le consideran el profeta que tenia que venir.
Pero llega el momento de la prueba, de la fe verdadera. Y empiezan a
dudar, pues no “les cuadraban” aquellas palabras: “Yo soy el Pan de vida”.
Surgen las dudas, los recelos, el desconcierto general y las críticas. Pero Jesús
insiste en sus palabras, y trata de que lo entiendan, pero desde la fe, y por tanto
desde la humildad.
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¡Qué lección, Señor, nos vas dando en este discurso eucarístico!
Y ¡qué actual, Señor, es tu ejemplo y tu enseñanza!
Mientras les dabas de comer y les satisfacías las necesidades materiales,
todo eran adhesiones y parabienes. Pero había llegado la hora
de la verdad, es decir, la hora de la sinceridad auténtica
y de la valentía y respuesta generosa a tu verdad,
a tu presencia de Amor y Vida, de santidad y entrega.
Y la respuesta empezaba a ser dubitativa y cobarde, racional pero soberbia.
Eso mismo, Señor, sucede ahora a muchos cristianos: están dispuestos
a aceptar un cristianismo fácil y cómodo, que busque solo,
o principalmente, el bienestar material o social, que se contente
con la satisfacción y tranquilidad individual, que adormezca
en la propia comodidad, y que justifique el placer y la vida fácil.
Pero Tú, Señor, nos ofreces la verdadera “buena vida”,
y para eso nos regalas el Pan de Vida:
el que alimenta la vida espiritual, el que fortalece la fe y la caridad,
el que produce la mayor alegría y bienestar espiritual,
el que genera las mejores y mayores labores sociales y caritativas.
Todos los santos, reconocidos oficialmente como tales, y miles
de cristianos en la actualidad, testimonian la verdad de tus palabras.
Solo con el alimento del Pan de Vida, participando frecuentemente
en la Eucaristía, incluso a diario, se han sentido seguros y felices,
comprometidos y perseverantes en su servicio eclesial y social.
Por eso, yo también quiero saborear tus palabras:
“Os lo aseguro: el que cree en Mí, tiene vida eterna. Yo soy el Pan de vida …
Este es el Pan que ha bajado del cielo, para que el hombre coma de él
y no muera. Yo soy el Pan vivo bajado del cielo; el que come de este Pan
vivirá para siempre. Y el Pan que Yo daré es mi carne, vida del mundo”.
Que nunca, Señor, olvide estas palabras, y su verdad orienten mi vida.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez
XIX Domingo Ordinario - B