XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A
ENSEÑANDO CON PARÁBOLAS
Padre Pedrojosé Ynaraja
Usar este método puede parecer un procedimiento infantil, y no deja de serlo, pero
centra la enseñanza en un objeto conocido y facilita el recuerdo de lo que se quiere
enseñar. Este domingo, mis queridos jóvenes lectores, se nos ofrecen tres ejemplos
de este estilo: el tesoro escondido, la perla y los peces.
Si en tiempos de Jesús ya existía la ilusión y ambición de encontrar tesoros,
permanece todavía ahora. Para muchos, encontrar una cazuela llena de monedas
de oro, es su cuento de la lechera. Lo que pasa es que los procedimientos de hoy
en día, si uno pretende conseguirlo, se basan en tecnologías electrónicas y no en
cavar agujeros, por si se tiene suerte de dar con una. Cuando se trata de tesoros
marinos la cosa cambia, pero no es este el caso de hoy. Pues sí, debemos soñar
que un día encontraremos un tesoro, no de monedas, que en nuestros tiempos irían
a parar a departamentos estatales de antigüedades o cultura, y que, a fin de
cuentas, no alimentan, ni modifican la visión que podamos tener de nuestra vida. El
tesoro más grande que podemos encontrar, es una persona que nos ame y a quien
amemos. Un libro cuyas enseñanzas enriquezcan nuestra existencia. Un
descubrimiento interior, consecuencia de una conferencia o una homilía, que
iluminará nuestro futuro. Esos tesoros es preciso que los ocultemos en nuestra
intimidad y los sometamos al silencio, a la meditación, a la oración. Son tesoros
que cambian los derroteros de nuestra vida y que ni ladrones, ni roedores, ni
polillas, pueden destruir.
La perla es un producto muy curioso. Se forma al recubrir un molusco con su
especie de saliva y cristales de aragonito (vulgar carbonato cálcico) un cuerpo que
se ha introducido en su cuerpo y le molesta. Algo semejante a lo que hace nuestra
piel al fabricar un callo. Pretende el bicho, defenderse de molestas rozaduras. En la
antigüedad no se conocía el proceso y la perla era un misterio, de aquí el gran valor
que se le daba. Como todo lo que vive en el agua, si no tiene aletas y escamas, es
un animal impuro, según normas de la Torá, los judíos no se interesaban por estos
animalitos. Aparece mencionada la perla en pocos lugares del Antiguo Testamento.
En el Nuevo, es objeto didáctico de esta parábola e imaginación en las visiones del
Apocalipsis.
Sorprende, cuando uno está en Tierra Santa, ver muchos objetos de nácar, o
madreperla, que es su otro nombre. Su utilización artesana-artística, es
consecuencia del interés por ganarse la vida, mediante materia prima obtenida
cerca. La conseguían antes en el Mar Rojo, hoy está totalmente prohibido sacarla
de allí y, según me dicen, es toda de importación. Muchos moluscos, no todos,
recubren su concha de precioso nácar. Únicamente algunos, elaboran en su interior
finas perlas. No hay que descartar que fuera utilizado el nácar en incrustaciones
decorativas, al estilo de lo que hacían los soberanos de Samaría con el marfil, pero
no se hace mención de ello en la Biblia. Muy de paso, se menciona esta
semipreciosa substancia, en el libro de Ester. Pero la historia de esta simpática
heroína sucede en lejanas tierras extranjeras.
La enseñanza de las tres parábolas es la misma. El Maestro la repite para remachar
el clavo. Y nosotros debemos entenderla y aceptarla para nuestro bien.
Se dice de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, que no tenéis valores y no
estoy de acuerdo. Los tenéis, pero frecuentemente carecéis de escala de valores. Y
es natural que así sea, de esta manera, podéis ser fácilmente pasto del
consumismo, que aumenta el producto interior bruto y que es lo que interesa a los
poderosos. Si meditáis y estudiáis vuestras decisiones antes de ponerlas en
práctica, si estructuráis vuestra mente, creándoos un orden de preferencias,
seguramente compraréis menos, pero estaréis más satisfechos de vuestra vida y
veréis la eternidad con serena esperanza. Es labor silenciosa, ardua, larga, pero da
excelentes resultados.
Los pescadores… ¡qué estampa tan bonita! En el lago de Genesaret, o Kineret, que
se atreven los lugareños a llamar mar de tanto que lo aprecian, abundaba la pesca.
Hasta 1948 las especies eran las mismas que las que cogían los discípulos del
Señor. Hoy se han implantado géneros más productivos o han llegado allí fruto del
azar. El pescado del Lago era apreciado por las gentes de tiempos de Jesús y su
salazón empresa propia de los habitantes de Mágdala, que lo exportaban hasta la
misma ciudad de Roma. Recientemente, hace poco más de un año, se han
encontrado nuevos e interesantes restos arqueológicos, interesantes en sí y porque
corresponden a la población donde nació aquella María que tuvo el privilegio de ser
la primera de ver al Señor resucitado y recibir el encargo personal de anunciarlo a
los Apóstoles. Resuelven algunas preguntas que se hacían los arqueólogos. La
noticia que daba de este pueblo, situado a pocos kilómetros de Cafarnaún, el
historiador Flavio Josefo, la de su numerosa población, no parecía corresponder a lo
poco encontrado hasta hace muy poco, en las excavaciones.
Me he extendido en explicaciones marginales, mis queridos jóvenes lectores, pero
sé que os interesan estos detalles y yo quiero que estéis seguros de los datos que
proporciona la Biblia. Gozar de la Fe, a partir de estas noticias, ya es otra cosa. Es
fruto del esfuerzo personal y de la aceptación gratuita de la Gracia.
Ahora, brevemente, señalo la enseñanza. Aunque queramos ignorarlo, de lo que
hagamos a los demás, de lo que hagamos de nosotros mismos, dependerá nuestro
futuro eterno. Dos dichos populares castellanos lo definen. “Al freír será el reír”, o,
“el que ría el último reirá mejor”.
Padre Pedrojosé Ynaraja