XXIII Domingo Ordinario - B
Evangelio de la Misa: Mc 7,31-37 Todo lo ha hecho bien
Jesús realiza el milagro de curar a un sordomudo. Con la mayor
naturalidad acepta a la gente que se le acerca, y si se lo piden les ayuda incluso
con favores extraordinarios, que solo El puede conceder.
Ante la sencillez de aquellas gentes que le seguían normalmente, su
corazón no falla. Siempre está a punto para solucionar los problemas. No así
ante los soberbios y egoístas, como era el caso de los fariseos, a quienes El
rechaza, critica y desenmascara, impelido como por un resorte que no puede
contener.
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Señor, Jesús, que tan agradablemente te encuentras
con la gente buena y sencilla que te sigue por doquier.
A nadie desoyes, ni relegas; a todos acoges y ayudas,
cuando hay sentimientos de humildad y generosidad.
Ayúdame, Señor, a ser siempre sincero para conocerme como soy,
y como Tu quieres que sea; para exigirme como discípulo tuyo
y servidor de todos, y para imitarte en esa bondad y entrega al prójimo
que te hacía tan atractivo y grandioso, tan ejemplar y magnánimo.
Al contemplar a ese sordomudo que curaste milagrosamente,
pienso, Señor, en tantas personas sordas y mudas,
en cuestiones de Religión, de santidad y de Amor de Dios,
y por tanto de generosidad y de auténtica caridad.
Quizá nunca han oído hablar de Ti, de tu mensaje liberador
y trascendente, de la posibilidad de agrandar el corazón
para –desde tu Amor– amar la vida, el mundo, el prójimo,
la sociedad; y disfrutar con tu amor en la lucha diaria por la santidad
y el apostolado, y por hacer de la vida un poema de amor y felicidad
para uno mismo y para los demás.
Para ellos te pido, Señor, el milagro de tu Palabra luminosa
y de tu gracia santificadora, que les abra el corazón y la mente a la Fe,
a la Esperanza o Confianza en tu amor de Padre,
y a la Caridad y compromiso apostólico y solidario,
que solo desde tu Amor es posible, y hace verdaderamente felices.
Que quienes tenemos ya la vocación cristiana, no solo la valoremos
como el mejor tesoro, sino que la vivamos con la mayor alegría
y generosidad, y la compartamos con todos nuestros coetáneos.
Que también yo pueda, Señor, hacerme merecedor, como Tú,
del elogio más grandioso: Este cristiano todo lo ha intentado hacer bien.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez