XXV Domingo Ordinario - B
Evangelio de la Misa: Mc 9,30-37 Servidor de todos
Sigue este domingo aleccionándonos por el evangelista Marcos con la
naturalidad y simplicidad que le caracteriza su literatura, pero ofreciendo las
pautas del seguimiento de Cristo con toda la exigencia y radicalidad, que se
merece el Evangelio o Buena Nueva del Señor Jesús.
Si queremos salvarnos hemos de cargar con la cruz de cada día, se nos
decía el domingo pasado, y hoy se insiste en la humildad como condición básica
e ineludible para cargar con esa cruz y seguir a Cristo. La actitud de los niños es
el mejor espejo para ver y seguir a Cristo.
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Señor, con tu ejemplo por delante nos facilitas tu seguimiento:
cargaste con la cruz, y a través de vía dolorosa llegaste al Calvario
para morir y resucitar. Además nos pusiste el ejemplo de los niños,
que con su sencillez y bondad atraen la bendición y la ayuda divina,
y caminan siempre seguros, con confianza y alegría.
¡Gracias, Señor, por esta maravillosa lección de vida y santidad!.
Pero a pesar de estas lecciones y ejemplos, aún nos obcecamos a veces
en discusiones y peleas por ser los primeros,
por mandar y ocupar los primeros puestos, incluso en la Iglesia,
tu Cuerpo Místico, Pueblo Santo y Familia de los hijos de Dios.
En cambio Tu nos dices: “Quien quiera ser el primero
que sea el último de todos y el servidor de todos”.
Que se me grave, Señor, en el corazón con letras de fuego
este lema maravilloso y explosivo, exigente a primera vista,
pero que es el único que da paz interior y satisfacción espiritual,
y el único que genera alegría y felicidad, en cada uno personalmente,
y en las familias y en la sociedad; y el único que hace
grandes santos e intrépidos apóstoles y misioneros universales.
Quiero, Señor, aprender de los niños a ser sencillo y bueno,
sincero y atrevido, generoso y servicial.
Quiero dar siempre este testimonio de humildad y bondad de corazón,
que haga la vida más feliz a los que me rodean.
Quiero ser también sólido sillar que permanezca oculto en el cimiento,
bajo tierra, para que todos: mi familia, la Iglesia,
las labores sociales y apostólicas, puedan apoyarse en mi
y edificar grandes torres de santidad, de Amor a Dios y al prójimo.
Quiero trabajar y amarte como el primero,
pero ser el último, el servidor de todos
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez