XXIX Domingo Ordinario - B
Evangelio de la Misa: Mc 10,35-45 En el último lugar
Entrañable escena la que narra este párrafo del Evangelio, protagonizada
por una madre. “La madre de los hijos del Zebedeo”, concreta el evangelista
Mateo en párrafo paralelo. Aunque Marcos no cita a la madre, pero la pregunta-
petición la cae muy bien a todas las madres.
Ellos esperaban la pronta implantación del Reino de Dios, del que
Jesucristo hablaba con frecuencia, y que creían iba a ser un reino temporal,
político y económico. Era lógico desear y pedir lo mejor para sus hijos, pero la
respuesta de Jesús no se hizo esperar.
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Señor, aunque puedan parecer exagerados estos hijos del Zebedeo
y su madre, se comprende muy bien su actitud,
pues es la que tantas veces se da en mi vida. Sus apetencias, ilusiones
y ansias individualistas y disparatadas son frecuentes también en mi vida.
¡Qué gran lección me das con este ejemplo, y qué invitación más clara
a rectificar, e implorar perdón, y al mismo tiempo a plantearme
los verdaderos ideales de santidad y los propósitos apostólicos
de humildad, servicio, disponibilidad y acogida a todos!
Gracias, Señor por tus reprensiones, por tu cariño, por tu perdón
y por acogerme “a tu derecha”, no para mandar y dominar
a nada ni a nadie, sino para ser más servicial,
y para disfrutar de tu compañía y amistad.
También los celos y la envidia son objeto de tu reprensión
y de tus propuestas para orientar la vida en otra dirección.
Una vez más quiero hoy, y con frecuencia otros días,
sentarme junto a Ti, para escuchar tus palabras cariñosas
y a la vez comprometedoras y reconfortantes.
“Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos
los tiranizan y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso:
el que quiera ser grande, sea vuestro servidor;
y el que quiera ser primero sea el esclavo de todos.
Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan,
sino para servir y dar la vida en rescate por todos”.
¡Cómo disfrutaríamos, Señor, en la vida social, en la familia,
en el trabajo, en las diversiones, en todos los campos
de la relaciones humanas, si más gente, o por lo menos los cristianos,
intentáramos ponerlo en práctica!
Ayúdame, Señor, a ser el servidor de todos, a ser el esclavo de todos.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez