VI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A.
Padre Camilo Maccise, OCD
1. Con frecuencia hemos convertido el cristianismo en una serie de prácticas
desconectadas de la vida y que hacen olvidar lo fundamental que es crear una
fraternidad donde el amor al hermano sea lo principal. Por otro lado, durante siglos
las celebraciones litúrgicas se transformaron en una serie de ritos que nadie
entendía. Además se tenían en latín, lengua muerta, que muy pocos comprendían.
Se participaba en esas celebraciones por el precepto obligatorio, como el de oír
Misa el domingo. Después de ellas no quedaba el compromiso de manifestar la fe
amando al prójimo, practicando la justicia, siendo solidario con los demás. Aún
ahora, con frecuencia, se vive el divorcio entre culto y vida. El primero no influye en
la segunda.
2. En el evangelio de hoy, Cristo nos advierte que nuestra justicia tiene que ser
mayor que la de los letrados que se centraban en la ley y el culto y no en el
hermano. Jesús no puede ser más explícito cuando, en la línea de los profetas que
subrayaban que Dios no se complacía en las celebraciones litúrgicas que no
comprometían con la justicia, afirma que la fraternidad estaba por encima del culto:
"Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo que tu
hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a
reconciliarte con tu hermano., y vuelve luego a presentar tu ofrenda". Además en
las otras enseñanzas del evangelio de hoy Jesús vuelve a insistir en un amor más
profundo hacia el prójimo; a ir más allá de la ley, a vivir el amor y la entrega al
Reino de Dios más allá de la justicia de los escribas y fariseos.
3. La Misa de cada domingo debería ser la ocasión para profundizar en el verdadero
sentido de la ley y del culto. Toda la ley tiene como finalidad llevarnos a crecer en
el amor a Dios y al prójimo. En cuanto al culto habría que entender la liturgia como
la Palabra de Dios celebrada en la esperanza, después de haberla acogido por la fe
y con el compromiso de vivirla y expresarla en el amor. De este modo aparece la
continuidad entre culto y vida. Dios nos ha dado por Cristo la buena noticia de que
somos sus hijos y hermanos entre nosotros. Nosotros la hemos recibido con la fe.
Como es una buena noticia nos reunimos como familia en la celebración litúrgica a
celebrarla en la esperanza activa y, al mismo tiempo, nos comprometemos a vivirla
en el amor. Antes de la liturgia está la fe. En la liturgia la esperanza. Después de la
liturgia ese amor del que nos habla Cristo en el evangelio de hoy.
Camilo Maccise