EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Jueves de la XVI Semana del Tiempo Ordinario
Libro del Exodo 19,1-2.9-11.16-20b.
El primer día del tercer mes, después de su salida de Egipto, los israelitas llegaron
al desierto del Sinaí.
Habían partido de Refidím, y cuando llegaron al desierto del Sinaí, establecieron allí
su campamento. Israel acampó frente a la montaña.
El Señor dijo a Moisés: "Yo vendré a encontrarme contigo en medio de una densa
nube, para que el pueblo pueda escuchar cuando yo te hable. Así tendrá en ti una
confianza a toda prueba". Y Moisés comunicó al Señor las palabras del pueblo.
Luego añadió: "Ve adonde está el pueblo y ordénales que se purifiquen hoy y
mañana. Que laven su ropa
y estén preparados para pasado mañana. Porque al tercer día el Señor descenderá
sobre la montaña del Sinaí, a la vista de todo el pueblo.
Al amanecer del tercer día, hubo truenos y relámpagos, una densa nube cubrió la
montaña y se oyó un fuerte sonido de trompeta. Todo el pueblo que estaba en el
campamento se estremeció de temor.
Moisés hizo salir al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios, y todos se
detuvieron al pie de la montaña.
La montaña del Sinaí estaba cubierta de humo, porque el Señor había bajado a ella
en el fuego. El humo se elevaba como el de un horno, y toda la montaña temblaba
violentamente.
El sonido de la trompeta se hacía cada vez más fuerte. Moisés hablaba, y el Señor
le respondía con el fragor del trueno.
El Señor bajó a la montaña del Sinaí, a la cumbre de la montaña, y ordenó a Moisés
que subiera a la cumbre. Moisés subió,
Evangelio según San Mateo 13,10-17.
Los discípulos se acercaron y le dijeron: "¿Por qué les hablas por medio de
parábolas?".
El les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de
los Cielos, pero a ellos no.
Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que
no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no
escuchan ni entienden.
Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no
comprenderán, por más que vean, no conocerán,
Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han
cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no
comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure.
Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque
oyen.
Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo
vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Juan Tablero (hacia 1300-1361) dominico de Estrasburgo
Sermón 53
«Dichosos vosotros por lo que ven vuestros ojos...» (Mt 13,16)
Nuestro Señor dijo: «...muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros
veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron» (Mt 13,17. Por «profetas» hay
que entender los grandes espíritus sutiles, pensadores que están apegados a sus
razonamientos y sutilezas de su razón natural y se envanecen en ello. Estos «ojos»
no son dichosos. Por «justos» hay que entender hombres que se erigen en
maestros, con energía y poder para dominarse a si mismos, ser dueños de sus
palabras, de sus obras, de su lengua y que pueden hacer todo lo que quieren,
ayunos, vigilias de oración etc. Pero lo tienen en mucho, como si fuera algo
extraordinario y desprecian a los demás. Estos tampoco son los ojos dichosos
porque no ven lo que realmente hace feliz.
Todos éstos querían ver y no vieron. Querían ver y se mantenían en su
voluntad propia... La propia voluntad cubre los ojos interiores como una membrana
o una película cubre el ojo exterior y no le deja ver...Mientras te mantienes en tu
propia voluntad, estarás privado del gozo de ver por el ojo interior. Porque toda
auténtica felicidad procede del verdadero abandono, del desapego de la propia
voluntad. Esto nace del fondo de la humildad.... Cuanto más pequeño y humilde
uno es, tanto menos se está apegado a la voluntad.
Cuando todo está en paz, el alma ve su propia esencia y todas sus facultades;
se reconoce como imagen de Aquel de donde ha salido. Los ojos que dirigen la
mirada hasta este fondo se pueden llamar con propiedad, ojos dichosos, por lo que
ven. Uno descubre entonces la maravilla de las maravillas, lo que hay de más puro,
de más seguro. Esto no se nos puede quitar nunca... ¡Caminemos por este camino
para llegar a tener ojos dichosos! ¡Que Dios nos ayude!
“servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”