Domingo XVII del Tiempo Ordinario Ciclo A
Padre Emilio Betancur Múnera
¡QUÉ PEDIMOS A DIOS!
Salomón el que había llegado a ser rey por peripecias poco virtuosas, incluyendo la
intriga política y los asesinatos, fue consagrado rey de manera precipitada en la
fuente del Guijón. El comprendió que era muy difícil ser rey de Israel y requería de
la sabiduría como el bien más valioso del mundo, el tesoro y la perla del evangelio
de hoy. Su plegaria en el santuario de Gabaón es modelo de humildad y confianza.
Si nuestro corazón es como el corazón de Dios, ¿qué es lo máximo que puede
pedir un creyente? Puede pedir como Salomón la sabiduría para conducir la propia
vida y ayudar a orientar a los demás para distinguir entre el bien y el mal que es lo
que confunde el corazón. La inteligencia tiene que ver con la cabeza pero la
sabiduría es cuestión del corazón. Gracias a Salomón descubrimos que Dios
perdona nuestro pasado así haya sido poco virtuoso, no importa que hayamos sido
buenos lo que más debe interesarnos es que en un momento dado de la vida Dios
nos haga sabios y por la experiencia personal de nuestra vida queramos ser
sabios.
Un corazón sabio se adquiere de acuerdo a la palabra de Dios, escuchada y
sembrada en buena tierra (el corazn): “vale más tu palabra que miles de monedas
de oro y plata, en tu palabra he puesto mi contento, tus palabras son mis guías, tus
palabras Señor son admirables, por eso yo las sigo. La explicación de tu palabra
da luz y entendimiento a los sencillos” (Sal 118).
¿DÓNDE ESTÁ LA SABIDURIA?
Demos gracias a Dios por Jesucristo, por la Iglesia, por nuestros padres y
formadores que supieron sembrar la semilla de la fe y muchos otros principios en
nuestro corazón como participación de la sabiduría de Dios.
A nosotros nos corresponde encontrarla porque está escondida en el camino de
nuestra vida y la vida de los demás; de manera especial en la vida de los pobres.
En la búsqueda honesta de cosas precisas en el camino de la vida nos podemos
encontrar con la sabiduría que amerita y exige comprar, vender muchas cosas y
hasta comprar un campo apto para que ella crezca. La palabra que viene dada
como reino es un tesoro inapreciable que merece muchos sacrificios, buscar, vender
y comprar.
El evangelio enfatiza la diferencia de caracteres de los dos personajes: el primero
se alegra de su descubrimiento, va, vende y compra; el segundo no dice nada sino
que hace una operación comercial, vende lo que posee y compra la perla. Lo que
nos dice y promete la palabra (el Reino) es una oportunidad que no se puede
perder “convertíos y creed en la buena nueva (la perla)”.
Cuando a Jesús le pregunto el joven rico “maestro ¿qué he de hacer para ganar la
vida eterna? Jesús le respondió: sólo una cosa te falta: vende lo que tienes y dalo a
los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, luego ven y sígueme” (Mc 10,18-21)
La parábola de la pesca requiere un acercamiento diferente a las parábolas
anteriores. No se puede olvidar que el presente es tiempo de pesca, es decir, de
recoger gente de toda clase, y que sólo se escogerá cuando llegue a la playa. La
demora es la oportunidad de aceptación del evangelio que tiene todo hombre o
mujer.
Queda la última parábola, mucho más corta, que compara al escriba convertido en
discípulo y al dueño de casa que saca de su tesoro cosas nuevas y antiguas.
LA SABIDURIA ES UN TESORO
Conocer la palabra de la primera alianza (A.T) y la encarnación de esa palabra
(N.T) es conocer por la palabra a Jesucristo que es el tesoro escondido que espera
por la misma palabra ser reconocido. La fe es el reconocimiento de Jesús por
medio de la palabra, como nos lo explica el Evangelio.
EVANGELIO
Mateo 13, 44-52
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: -«El reino de los cielos se parece a un
tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de
alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al
encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.
El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda
clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los
buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos
de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de
dientes. ¿Entendéis bien todo esto?» Ellos le contestaron: -«Sí.»
Él les dijo: -«Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un
padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo. »
ORACION COLECTA
“Oh Dios protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte ni santo, multiplica
sobre nosotros tu misericordia, para que gobernados y conducidos por ti, de tal
modo nos sirvamos ahora de los bienes pasajeros que alcancemos con mayor
plenitud los eternos” Por nuestro Seor Jesucristo. Amén.