XVIII Domingo del Tiempo Ordinario A
Pautas para la homilias
“Dadles vosotros de comer”
“Acudid por agua todos los sedientos, escuchadme y viviréis”
Las lecturas de este domingo XVIII del tiempo ordinario nos hablan de la urgencia
en la búsqueda del Reino de Dios, estimándolo por encima de los demás intereses
humanos.
Así, Isaías en la primera lectura se dirige a los judios, que en el destierro se
inclinaba a los ídolos de Babilonia, y le dice en un tono apremiante “acudid por
agua todos los sedientos, escuchadme y viviréis”. Les ofrece un agua que es fuente
de vida y un pan que da energía, invitándoles a retomar la antigua alianza con su
Dios.
Pablo nos trasmite su experiencia en el seguimiento de Cristo, y en un lenguaje
enérgico y apasionado exclama, “quien podrá apartarnos del amor de Dios
manifestado en Cristo Jesús, Seor nuestro”. El esta convencido que ninguna
situación por difícil y peligrosa que sea, incluyendo la muerte, podrá arrebatarle el
amor de Cristo y así permanece fiel al Señor hasta dar su vida por implantar el
Reino.
En el evangelio, también Jesús siente la urgencia de predicar el Reino de Dios no
solo con la palabra, sino también prestando atención a las necesidades más
inmediatas de los hombres y mujeres que le seguían y se produce el milagro. El
evangelista pone de relieve que Jesús “sinti lastima”. Se acerca a la gente que
está cansada por el peso del día, necesitando comer y descansar.
“Nosotros amamos porque Dios nos amó primero”
La sintonía de Jesús con los problemas de los hombres y mujeres que le rodean es
grande, tiene una sensibilidad especial que le hace identificarse con los problemas
de la gente y ponerse en el lugar del otro. Aquel día, dice el evangelio, curó
enfermos, porque Jesús no hablaba de un Dios abstracto, sino de un Padre que
sentía compasión por sus hijos y no era indiferente ante el dolor humano.
En Jesús la compasión es una manifestación de la experiencia que vive del amor del
Padre. San Juan lo explicaría más tarde en su Primera carta (1,4-10) cuando dice:
“nosotros amamos porque Dios nos am primero” .Jesús, que vivía la plenitud del
amor del Padre, con toda propiedad podía decir:” el Padre y yo somos uno “.
Jesús nos enseña a ver a los de otra manera, a través del amor. Nuestra inclinación
es ver a la gente como un objeto, como algo que nos puede ser útil, usar o poseer.
Jesús nos enseña que la otra persona, a la que hay que amar, es como otro yo,
como una extensin de uno mismo. Por eso al hablar del amor, dijo “amarás a Dios
y al prjimo como a ti mismo”.
“Dadles vosotros de comer”
En segundo lugar sorprende que Jesús diga de una forma imperativa, “dadles
vosotros de comer”. Nos sorprende el lenguaje, porque se nos ha presentado a
Jesús como un taumaturgo que remedia las situación difíciles recurriendo al
milagro, algo extraordinario, que solo él podía hacer, pero esto no es valido para
nosotros que no hacemos milagros. La intención de Jesús es otra, lo que le interesa
es resaltar el poder de la solidaridad dentro del grupo. Lo interesante no es el
individuo que da lo que le sobra, la limosna, es la comunidad que se siente
solidaria. Así lo entendieron los primeros cristianos, los Hechos de los Apóstoles nos
dicen que el grupo de creyentes tenía todo en común. Pablo envía colectas a las
Iglesias necesitadas. Es la comunidad, es el grupo de hermanos que comparte,
dentro de su pobreza, lo poco que tiene, eso es la solidaridad
En nuestra sociedad a pesar del individualismo excesivo del mundo occidental la
conciencia de fraternidad, la cooperación y trabajo por el bien común se van
abriendo camino. Para nosotros, los cristianos, las palabras de Jesús son
especialmente relevantes, porque nos recuerda que en nuestra preocupación por
remediar los problemas sociales más acuciantes, como pueden ser el paro o el
hambre. La motivación última siempre será el compartir un mismo pan y una
misma mesa, no porque seamos una organización social, sino por sentirnos hijos de
Dios y hermanos de los necesitados.
Finalmente el relato evangélico, tiene unas connotaciones claramente eucarísticas.
Por eso es importante señalar esta vinculación de la multiplicación de los panes con
la Última cena del Señor. En la eucaristía Jesús se da a sí mismo como comida,
entrega su propia vida, para que nosotros tengamos una vida más rica junto al
Padre. Pero además nos recuerda que nosotros mismos hemos de continuar esta
entrega dándonos a los demás, Por eso la tradición de la Iglesia siempre ha
vinculado la eucaristía con el amor compartido en la fraternidad.
Fr. Jesús Mª Gallego Díez O.P.
Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)