Muchos maestros
Antes nuestras escuelas eran universidades. Había un saber responsable y
compartido. Hoy las universidades apenas sí son escuelitas donde la
especialización ha multiplicado a los expertos y ha abandonado la capacidad
de pensar. Sabemos cositas. Se ha perdido la integralidad del pensamiento
que proyecta por sí mismo nuestra identidad.
En el campo de la fe pasa lo mismo. Muchos creyentes y poco compromiso.
Mucha masa, poco fermento. Muchos aplausos y gritos estentóreos y poca
hondura. A Jesús en el evangelio le preocupa qué piensan de Él tanto la
gente común como sus discípulos. Que sepan identificarlo para que el
seguimiento tenga fundamento. Siempre queda latente el peligro de la
confusión.
El evangelio no tiene respuestas, pero responde. No es vademécum con
índices establecidos para cada problema, pero indica el camino, sabe a qué
atenerse, concentra en unidad, todas las voces, todos los dolores, todas las
expectativas de humanidad en el corazón planetario de Jesús, el Maestro.
“¿Quién dicen que soy Yo?” Pregunta. Pedro toma la vocería y contesta: “El
Hijo del Dios viviente”.
La respuesta de Pedro no es suya. Viene de lo alto y Jesús lo felicita. Toda
su vida será una búsqueda permanente de adecuar su ser mismo de
discípulo con la respuesta que le mereció la aprobación de su Maestro. El
mérito de Pedro no ha sido tanto el saber cuanto el escuchar. Es nueva
Bienaventuranza y es bueno saber matricularse en ella como sello del
discipulado.
Cochabamba 21.08.11
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com