XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
"La «poca fe» y «los dones de Dios»"
I. LA PALABRA DE DIOS
Is 55,1-3: «Daos prisa y comed»
Sal 144, 8s.15s.17s.: «Abres tú la mano, Señor, y nos sacias de favores»
Rm 8,35.37-39: «Ninguna criatura podrá apartarnos del amor de Dios,
manifestado en Cristo»
Mt 14,13-21: «Comieron todos hasta quedar satisfechos»
II. APUNTE BÍBLICO-LITÚRGICO
Las personas: Jesús sintió «lástima» del gentío y multiplicó los panes (1.ª Lect.).
Sus gestos y oración son los de la institución de la Eucaristía: «tomando los cinco
panes... pronunció la bendición, partió los panes y se los dio...». Los discípulos
tenían «poca fe», aconsejaron despedir a la multitud, pero obedecieron al Maestro.
El pueblo también tenía «poca fe», buscaba ante todo el pan de la tierra (cf Jn
6,26s), pero recibieron el don de Dios.
El suceso: Destacan los contrastes entre «la multitud» y la escasez de recursos:
cinco panes y dos peces; y entre estos recursos y el resultado: «quedaron
satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras». Desde los comienzos, ya en
las catacumbas, la gran Tradición contempló en el suceso un anuncio del banquete
mesiánico al fin de los tiempos. Y entre el prodigio evangélico y el fin, se sitúa la
Eucaristía, avance del banquete del Reino.
III. SITUACIÓN HUMANA
¿Qué hacer para que nuestras celebraciones y comuniones sean más hondas?
También la perícopa evoca hoy el pavoroso problema del hambre en el mundo y
nuestras celebraciones eucarísticas.
IV. LA FE DE LA IGLESIA
La fe
– "La Iglesia sabe que, ya ahora, el Señor viene en su Eucaristía y que está ahí en
medio de nosotros. Sin embargo, esta presencia está velada. Por eso celebramos...
«mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo»... De esta
gran esperanza, la de los cielos nuevos y la nueva tierra... no tenemos prenda más
segura, signo más manifiesto que la Eucaristía... remedio de inmortalidad, antídoto
para no morir sino para vivir en Jesucristo para siempre (S. Ignacio de
Antioquía...)" (1404-1405).
– Vinculación de la Eucaristía con el hambre en el mundo: «Para recibir en la
verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros, debemos
reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos» (1397).
La respuesta
– Participar de la Eucaristía bien dispuestos, para gustar el Pan de Vida: «... «Quien
coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la
Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual...» (1 Co 11,27-29). Quien tiene
conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación
antes de acercarse a comulgar» (1385).
– Pero se requiere más, la humildad de corazón: "Ante la grandeza de este
sacramento el fiel sólo puede repetir humildemente y con fe ardiente las palabras
del Centurión...: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa»..." (1386).
El testimonio cristiano
– «... Yo, su cabeza, gobernaba en el cielo a la derecha de mi Padre, pero en la
tierra mis miembros tenían hambre. Si hubiérais dado a mis miembros algo, eso
habráía subido hasta la cabeza. Cuando coloqué a mis pequeñuelos en la tierra, los
constituí comisionados vuestros para llevar vuestras buenas obras a mi tesoro:
como no habéis depositado nada en sus manos, no poséis nada en Mí» (San
Agustín, serm. 18, 4, 4).
La Eucaristía: el gran don de Dios nos remite al Banquete del Reino, a la Otra Vida,
la nueva creación. Para gustar la Eucaristía y ya ahora la Otra Vida, hay que
acercarse a participar con el corazón bien dispuesto y la mano tendida.