Dar razón de nuestra esperanza
26/07/2011
Evangelio
Del santo Evangelio según san Mateo 13, 36-43
En aquel tiempo, Jesús despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces se le
acercaron sus discípulos y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña sembrada
en el campo».
Jesús les contestó: «El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre; el
campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son
los partidarios del demonio; el enemigo que las siembra es el demonio; el tiempo
de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederán al fin del
mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a
todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados, y los arrojen en el
horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. Entonces los justos brillarán
como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga». Palabra del
Señor.
Oración introductoria
Señor Jesús, no está de «moda» hablar del infierno o del castigo eterno. El mundo
prefiere ignorar que existe el demonio aunque, día con día, todo nos comprueba
que el mal está transformando nuestra cultura. Ayúdame a oír en esta oración lo
que me quieres decir.
Petición
Señor, abre mi entendimiento para saber escuchar tu Palabra, el mejor medio para
formar mi conciencia.
Meditación
«El Sínodo ha dirigido muchas veces su atención a los fieles laicos, dándoles las
gracias por su generoso compromiso en la difusión del Evangelio en los diferentes
ámbitos de la vida cotidiana, del trabajo, la escuela, la familia y la educación. Esta
tarea, que proviene del bautismo, ha de desarrollarse mediante una vida cristiana
cada vez más consciente, capaz de dar “razón de la esperanza que tenemos” (cf. 1
P 3,15). Jesús, en el Evangelio de Mateo, dice que “el campo es el mundo. La buena
semilla son los ciudadanos del Reino” (13,38). Estas palabras valen particularmente
para los laicos cristianos, que viven su propia vocación a la santidad con una
existencia según el Espíritu, y que se expresa particularmente “en su inserción en
las realidades temporales y en su participación en las actividades terrenas”. Se ha
de formar a los laicos a discernir la voluntad de Dios mediante una familiaridad con
la Palabra de Dios, leída y estudiada en la Iglesia, bajo la guía de sus legítimos
Pastores. Pueden adquirir esta formación en la escuela de las grandes
espiritualidades eclesiales, en cuya raíz está siempre la Sagrada Escritura. Y, según
sus posibilidades, las diócesis mismas brinden oportunidades formativas en este
sentido para los laicos con particulares responsabilidades eclesiales» (Benedicto
XVI, Verbum domini , n. 84).
Reflexión apostólica
«Conviertan su esfuerzo de formación en un medio de apostolado que les capacite
para influir positivamente entre sus compañeros y profesores en ese periodo y en el
futuro desempeño de su vida profesional, y para ofrecer una imagen veraz y
atractiva del cristiano que, siendo fiel a Dios, sabe descubrir, apreciar y asimilar los
valores humanos auténticos de cada ciencia y profesión» (Manual del miembro del
Movimiento Regnum Christi , n. 299).
Propósito
Esforzarme por formar mi conciencia por medio de la dirección espiritual.
Diálogo con Cristo
Jesús, me invitas a estar alerta, a despertar mi conciencia para saber encontrar el
camino al bien, porque la fe no se limita a creer y vivir una seria de creencias,
dogmas o normas morales. La fe es adherir mi vida a Ti que estás vivo, presente y
siempre cercano. ¡Gracias, Señor, por tu infinito amor!
«Puesto que la conciencia es centro de la persona y guía de su obrar, esfuércense
activamente por formarla recta y madura, temerosa de Dios, abierta siempre al
bien y a las inspiraciones del Espíritu Santo, capaz de discernir lo bueno de lo malo
y de la mentira»
( Cristo al centro, n. 1105).