XX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A
PELMA UNA, GENEROSO E INTEGRACIONISTA EL OTRO
Padre Pedrojosé Ynaraja
No se encerró Jesús en su país natal. Si antes de nacer, a su Madre le tocó viajar
llevándole en su seno y, algún tiempo después, hubo de emigrar a tierras de
refugio, cuando ya adulto decidió emprender su actividad misionera, Él, que vivía
junto a la próspera e influyente ciudad de Séforis, decidió que su centro de
operaciones sería Cafarnaún, en la Baja Galilea, a algo así como 35 Km. de
distancia. Pero tampoco se limitó a la comarca escogida. El evangelio nos cuenta
desplazamientos del Señor por otras tierras, además de las correspondientes visitas
a Jerusalén. El fragmento que leemos en la misa de hoy supone un traslado al
extranjero. Tiro y Sidón eran ciudades del antiguo Líbano, que habían gozado de
una cierta autonomía, de aquí seguramente su fama. Los que vivían allí,
ciertamente no eran judíos y la protagonista del relato, pertenecía al pueblo
cananeo.
¿Quién le habría hablado a aquella buena mujer del Maestro? ¿Cómo se atrevió a
dirigirse a Él a gritos? Su actitud ¿no era propia de una histérica? ¿Merecía su
impertinencia que se le hiciera caso? Parece que el Señor pensó al principio que no
debía prestarle atención. Fueron los discípulos los que intervinieron,
recomendándole que la hiciera caso. Su hija tenía un demonio dentro y además era
muy malo. Sabiduría popular sin duda.
Jesús inició la conversación mostrándose patriotero. Ella no se inmutó lo más
mínimo y continuó insistiendo. Cuando estuvo cerca, se arrodilló, gesto elocuente
de humildad. Pero, pese a las apariencias iniciales, el Maestro no era severo. Utilizó
un lenguaje familiar. El comentario que le hizo nos puede parecer a la mayoría de
nosotros incorrecto y hasta hiriente. Comparar a la mujer con un perro, nos suena
mal. Ahora bien, en aquel tiempo y entre aquellas gentes, este animal, junto con el
borrico, formaban parte imprescindible del entorno familiar, prueba de ello es que
no se siente ofendida y, por el contrario, se aprovecha de la imagen para continuar
insistiendo y lo hizo con gracejo. El Señor entonces cambia de tercio y muestra su
más auténtica personalidad generosa. Empieza por elogiar su fe, después accede a
su petición. Había sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel, acababa de
afirmar. Atiende a la foránea, saltándose el programa, ya que su misión, lo
proclamará explícitamente al final de su vida, es universal.
El espíritu corporativo existe en todo lugar. Sea la pertenencia a una misma tribu,
sea la militancia en idéntico partido político la solidaridad con la vecindad más
próxima. Nos abrimos al prójimo que nos es próximo, desconfiamos de los otros.
Incluso ahora que los viajes largos se han generalizado o que el espacio virtual que
nos ofrece Internet parece que no cree afinidades, de una u otra manera, vamos
delimitando nuestro mundillo, a nuestro tamaño y manera. Que es real este
sentimiento, lo refleja el episodio. Que hay que sobreponerse a él, es la lección que
nos da el Maestro.
Jesús se fue al extranjero donde no tenía, en principio, misión salvadora, su
programa ponía estos lugares en segundo término. No dudo en saltarse el orden.
Mis queridos jóvenes lectores, pienso ahora en vosotros, que a veces posponéis el
hacer el bien, el ser generosos, para cuando hayáis acabado los estudios o lleguen
las vacaciones o gocéis de estabilidad laboral. Me entero con dolor que alguno que
aprendió o consiguió algo sin tener que abonar nada, se lo ofrecieron sin pagar,
pues, ya se sabe, los jóvenes no andan sobrados de dinero. Conseguido el título o
un trabajo estable, para afirmar su autoestima o, simple y sinceramente, por
egoísmo, cualquier actividad que se le ofrece, la cobra. Lo lamento por comprobar
que no son generosos y porque, como os decía, fui yo quien en ciertos casos se lo
había enseñado. Lo malo es con frecuencia son sus mismos padres los que
aplauden este proceder, les gusta que su hijo se espabile y empiece a ganar. Ganar
sí en dinero, pero retroceder en desprendimiento. En otro lugar nos lo manda el
Señor: gratis lo recibisteis, dadlo gratis (Mt 10,8). No lo olvidéis nunca.
Padre Pedrojosé Ynaraja