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EN CAMINO
11 domingo del tiempo ordinario “A”.
- 1ra lect.: Ex 19,2-6ª
- Sal 99,2-3.5
- 2da lect.: Rom 5,6-11
- Evangelio: Mt 9,36-10,8
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
Obreros para la viña
La experiencia con lo sagrado que tuvo el pueblo de Israel, nos muestra a
un Dios que se identificó siempre con la causa de un pueblo libre, próspero y en
paz, cuyo hilo conductor debía ser la justicia y el derecho, en alianza con Él.
No hizo alianza con el poderoso imperio egipcio sino que escuchó el clamor
de los esclavos y los condujo a la libertad, simbolizada en la figura de la tierra
prometida, una tierra que mana leche y miel. La tierra para el pueblo Israel es
algo muy sagrado porque le pertenece a Dios; por tal motivo no se puede convertir
en un instrumento para dominar y someter a otros. Debe ser para habitarla,
cuidarla y cultivarla comunitariamente de manera que los frutos se recojan y sean
compartirlos con los demás para nadie pase necesidades.
Esta utopía se vivió en el pueblo de Israel durante el tiempo de los jueces,
hasta que, por una parte éstos últimos se corrompieron y por otra, algunas
personas empezaron a acumular tierras y a despojar a sus vecinos de las suyas
para pastar sus ganados. Entonces se impuso la monarquía y la lucha por el
poder; se debilitaron internamente y fueron presa fácil de las invasiones, las
deportaciones y las colonizaciones.
El sacerdote, es decir, el que ofrece el sacrificio, es un personaje central en
la estructura organizativa de cualquier religión. Todo el pueblo de Israel debía ser
sacerdotal, es decir, todos, cada uno de los miembros del pueblo ofrecían sus vidas
como sacrificio a Dios; su manera de vivir en justicia, misericordia y santidad
debía ser el principal sacrificio a Yahvé. Pero ese pueblo que quiso ser reino de
sacerdotes, nación santa y rebaño de Dios, en el tiempo de Jesús estaba sumido en
una profunda crisis en todo sentido.
El evangelio nos representa la situación del pueblo: extenuado y
abandonado, como ovejas que no tienen pastor. El empobrecimiento, la esclavitud,
el sometimiento y la persecución a muerte a todo tipo de resistencia o
inconformismo eran el pan de cada día.
Los líderes sociales, religiosos, políticos, ideológicos, intelectuales, etc., es
decir los pastores de que debían conducir al rebaño por buenos pastos, en su gran
mayoría estaban amañados con el poder romano que les permitía tener ciertos
privilegios, sin importar la suerte de pueblo. Lo que abundaban eran los falsos
pastores que se comportaban como tiranos con sus mismos hermanos. Lo mismo
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sucedió en los campos de concentración nazi, donde los judíos que el ejército
alemán nombraba como capataces, eran más tiranos con sus paisanos que los
mismos nazistas. Lo mismo sucede en muchos de nuestros países donde muchos
connacionales hacen alianzas con extranjeros para tumbar el país. Basta dar una
mirada a muchos contratos en los que nuestros pueblos han terminado perdiendo
y pagando los malos negocios hechos por “nuestros líderes”, faltos pastores que
mantienen su status a expensas de la miseria de muchos, de todo el pueblo,
especialmente de muchos hermanos nuestros que viven cansados y agobiados,
como ovejas sin pastor.
Jesús de Nazareth que perteneció al pueblo-pueblo, que experimentó la
dura realidad y vivió en carne propia lo que significó pasar aprietos y
humillaciones, no fue ajeno al dolor de la gente. Toda su vida fue movida por la
compasión es decir, por el dolor más profundo de su ser ante el dolor el dolor del
otro.
Él no le jugó al paradigma del hombre próspero, exitoso y feliz, cuyo dios
confort no le permite sentir con el que sufre; ni fue un oportunista que
aprovechara el dolor de la gente para ganar popularidad prometiendo soluciones
mágicas. Su amor por la humanidad no fue un amor romántico sino un amor
compasivo que lo llevó a reaccionar ante la humanidad caída que sufría y penaba
el duro caminar hacia un rumbo desconocido.
Aunque conocía y sufría por dicha realidad espinosa, Jesús no fue un
profeta de la desgracia o un ave de mal agüero que anunciara la calamidad, la
catástrofe o el castigo de Dios por los pecados de la humanidad. Ante la dura
crisis que pasaba su pueblo, no metió la cabeza dentro de la tierra para no ver la
realidad, ni se sentó a llorar y a lamentarse por la desgracia de su pueblo. Vio la
realidad, la sufrió, la denunció, la enfrentó y reaccionó frente a ella. Vio más allá
del horizonte y descubrió las oportunidades. Vio la realidad como una finca con
abundante cosecha, pero con pocos obreros comprometidos con la recolección.
Como un buen judío con una religiosidad profunda, Jesús entendió que el dueño
de la tierra, de la vida, de la mies era Dios, así que había que pedir al dueño de la
mies que enviara obreros a su mies.
Jesús no se sintió dueño de la mies, se sintió obrero, y llamó a doce
discípulos para ser también obreros como él, e invitó a orar a Dios, el dueño de la
mies, para que enviara más obreros a recogerla.
Doce es un número simbólico que representa la restauración del pueblo, el
proyecto utópico de las 12 tribus de Israel. Jesús retoma y continúa el proyecto
salvífico de Dios con el pueblo esclavizado en Egipto, al que condujo, como las
águilas levanta a sus pichones (Ex 19,2-6ª) , a la tierra prometida. A esos discípulos
los envía (apóstol significa enviado), para curar y restaurar la salud física,
psicológica y espiritual, para devolver la esperanza y las ganas de vivir a un
pueblo sumido en la desesperanza.
El reduccionismo ritualista en el que muchas veces hemos caído los
cristianos, nos ha llevado a limitar esta invitación de Jesús a orar por la
vocaciones sacerdotes y misioneras para que prediquen y celebren misa.
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¿Pensamos nosotros que ser obreros de la mies es tarea sólo de los curas y de las
monjas, o, aceptamos la invitación de ser obreros de la mies?
Hoy, como ayer, hay personas que sólo buscan ser prósperos y exitosos para
tener una gran capacidad de consumo, según lo exigen los paradigmas actuales.
Hoy reina, como dice Jon Sobrino, “el individualismo como forma suprema de ser,
y el éxito como verificación última del sentido de la vida, mientras la fraternidad,
la compasión y el servicio son vistos como productos culturales secundarios,
tolerados, pero no promovidos”. ¿Busco solamente alcanzar un éxito individual o
me comprometo como discípulo a continuar con el proyecto salvífico de Jesús, a
darles la mano a aquellas personas que viven como ovejas sin pastor, sin amor
propio, sin sus derechos y sin un rumbo para sus vidas?
Jesús llamó a los quiso y no precisamente a los más preparados, capaces,
audaces e inteligentes. A Simón, que en hebreo significa “el que escucha a Dios”,
de sobrenombre Pedro, es decir, piedra, por la terquedad en sus asuntos y en sus
ansias por un mesianismo triunfalista que lo sacara de pobre. A Andrés, hermano
de Simón y pescador como el anterior. A los hermanos Santiago y Juan, hijos del
viejo Zebedeo, denominados “boanerges”, es decir hijos del trueno, por la forma
violenta como reaccionaban muchas veces. (Cuando un pueblo de samaritano no
quisieron recibir a Jesús porque iba de paso para Jerusalén, estos personajes le
sugirieron a Jesús pedir que cayeran rayos del cielo para destruir este pueblo (Lc
9,51-55)
Mateo era recaudador de impuestos, es decir, colaboracionista con el poder
romano. Como veíamos hace ocho días (Domingo 10 del tiempo ordinario), odiado
y despreciado por todos, y considerado social y religiosamente al mismo nivel que
los ladrones, los pecadores, los leprosos y las prostitutas. De Andrés, Felipe,
Bartolomé, Tomás, Santiago Alfeo, Tadeo, y Simón el fanático, sabemos casi nada.
Judas, el último de la lista es muy famoso por haber sido el traidor.
Hoy, como ayer, Jesús nos sigue invitando a ser obreros de la mies, hay
mucho por hacer, que nadie se quede por fuera, todos somos convocados, con los
distintos carismas, en distintas áreas, pero en últimas, todos para ser obreros de
la mies del Señor. ¿Quién da un paso al frente?
Nota: menos mal que Jesús aclaró: “lo que recibieron gratis denlo gratis”.
Que no resulte ahora algún vivaracho patentando el evangelio y adueñándose de
él. No lo digo por hablar, les muestro algunos ejemplos:
Genetic Technologies Ltd., de Australia, patentó nada menos que el ADN no codificado
de todos los seres vivos, incluyendo los humanos.
La empresa holandesa Soil & Crop Improvement, negoció una propiedad conjunta de teff
(milenaria gramínea parecida al trigo) con el gobierno de Etiopía y la registró como propiedad
intelectual suya.
Monsanto consiguió patentar en Europa una variedad de trigo tradicional de la India. La
inconcebible patente, contra la que luchan varias entidades, reconoce a Monsanto derechos de autor
sobre la harina, la masa y hasta las galletas fabricadas con este peculiar y arcaico trigo.
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Yang Menjung, industrial chino, registró como invento suyo un viejo producto reducido a
partículas diminutas. El avivato ha patentado 466 hierbas o mezclas de la medicina tradicional de
su país mediante el simple expediente de pulverizarlas.
El gobierno de Estados Unidos, promueve la explotación comercial de la biodiversidad aún
en parques naturales y liderara la concesión de patentes de seres vivos.
Y por último: El Instituto Mexicano de Propiedad Industrial, permitió que la Virgen de
Guadalupe se convirtiera en marca registrada. Durante diez años, las imágenes de la patrona de
México son derecho exclusivo de una compañía china. (Tomado de Daniel Samper, en El Tiempo,
Junio 30 de 2004)
OJO: “lo que recibieron gratis denlo gratis”.
Oración
Padre y Madre Dios, autor de la vida, dueño de la mies, te damos gracias
por tu presencia salvadora en medio de nosotros. Te damos gracias porque no
estamos a la deriva, perdidos en un mar de muerte y sufrimiento definitivo. En
medio de realidades duras que vivimos como pueblo, en medio de crisis por las que
a veces pasamos como Iglesia, como familias, como personas, sabemos que tú eres
el dueño de la mies, y que contamos con tu gracia para reconstruirnos.
Nos abrimos a tu gracia, a tu fuerza, a tu Espíritu, para que podamos
trabajar y transformar la realidad, de manera que construyamos nuestra propia
realización, plenitud y felicidad. Que descubramos tu ayuda generosa en la lucha
de cada día, para que enfrentemos nuestros obstáculos con energía, con fuerza y
con pasión, con inteligencia, con sabiduría y serenidad. Bendice nuestro trabajo de
cada día para que seamos auténticos obreros de tu mies. Para que descubramos
todas las oportunidades que nos ofrece el mundo y las aprovechemos para generar
vida a nuestro paso.
Señor Jesús, contamos contigo, en nuestra vida personal, en nuestros
planes y proyectos, en nuestros hogares, en nuestras comunidades. Contamos
contigo. Cuenta con nosotros para ser continuadores de tu proyecto, para ser
obreros generosos y entregados a tu Causa. Amén.