Domingo XVIII del Tiempo Ordinario Ciclo A
Padre Emilio Betancur Múnera
PRÉSTENME ATENCIÓN Y VIVIRÁN
A quienes se sienten solos porque los afectos de antes ya no le funcionan, a
quienes se angustian porque sus negocios o vida profesional ya no son tan
productivos como lo fueron en el pasado.
A quienes sienten temor hacia el futuro porque su presente no es exitoso o sus
proyecciones no serán realidad.
A quienes se sienten amedrentados por la conducta, acciones o palabras de
terceros. O, a quienes la esperanza absoluta en dinero les ha destruido la alegría y
la calma; o a los que sienten la falta de dinero como una frustración.
A quienes por activa o por pasiva han perdido el sentido de la vida, la esperanza de
ser felices o incluso, la alegría y la paz de creer. Valdría la pena que además de
requerir la ayuda profesional de alguien si los problemas van dejando rayones en el
alma, acogerse a cosas bellas como el libro de la consolacin de Israel” (Is 55,1-
3). “Esto dice el Seor: todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua y los
que no tienen dinero, vengan, tomen trigo y coman y tomen vino y leche sin
pagar”.
Escúchenme atentos y conocerán bien… presten atencin, vengan a mí escúchenme
y vivirán… Cumpliré las promesas que hice a David (primera lectura)
EL PAN QUE NOS FALTA
Estar bien no es sólo estar provisto de bienes materiales, estos cuando se
absolutizan dan sed y hambre de otras cosas bellas y buenas que nos están
faltando: paz interior, amor, esperanza y mejores razones, que lo material, para
vivir “¿por qué gastar tanto dinero en lo que no es pan y tus salarios en lo que no
te satisface?” La mano del Seor nos alimenta le da respuesta a nuestras
necesidades, “abres Seor tus manos generosas y cuantos viven quedan
satisfechos” (Sal 144).
Cuando estemos angustiados, recordemos “que en toda nuestra vida interviene
Dios para bien de quienes lo aman” (Rom 8,28).
Entonces si Dios nos ama y en verdad nos sentimos amados por Dios en la cruz de
Jesucristo “¿Quién nos podrá separar del amor con que nos ama Cristo? ¿Las
tribulaciones? ¿Las angustias? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El
peligro? ¿La espada? De todo esto salimos victoriosos, gracias a aquel que nos ha
amado… Nada nos podría separar del amor que nos ha manifestado Dios, en la cruz
de Jesucristo” (segunda lectura).
Dios es amor pero es un amor que se manifiesta en un crucificado.
MULTIPLICAR COMPARTIENDO
Hoy la sed, el hambre, las angustias y las necesidades no son solo particulares o
familiares, son también sociales en el sentido que abarca a grupos sociales más
amplios hasta llegar a multitudes.
En la época de Jesús era mucha la gente que carecía de todo tipo de pan. Los
evangelios registran seis referencias de la multiplicación de los panes. Las
carencias eran tan graves que la multitud hizo un desvío para alcanzar a Jesús y
cuando desembarcó vio a toda la multitud esperándolo.
Los discípulos veían la necesidad de que la gente fuera a conseguir alimento, Jesús
excluy esa necesidad diciendo “denle ustedes de comer”; pero no había más que
cinco panes y dos peces. Dos propuestas habían fracasado por parte de los
discípulos para dar pan a tanta gente: comprar el insignificante número de panes y
peces.
Para Jesús era mucho más de lo que se necesitaba si hubieran tenido fe en Él para
multiplicar el pan por medio de los mismos discípulos. Obedeciendo a Dios, Moisés
alimentó a Israel en el desierto (Ex 16)
COMPARTIR PARA RESUCITAR
Para multiplicar el pan se requiere organizar a la gente, mandó a que la gente se
sentara sobre el césped.
El pan compartido por los discípulos se multiplica, pero el pan que no se comparte
no alcanza porque se resta, se disminuye, terminando por acabarse. Solo al que
comparte le sobra “con las sobras se llenaron doce canastos”, doce eran los
discípulos y estos eran la Iglesia.
La principal multiplicación de los panes, se llama Eucaristía y desde ella la
multiplicación del pan material, contiene la mejor promesa de Jesús: quienes
comen mi carne y beben mi sangre, (quienes comparten) tienen vida eterna y yo
los resucitaré en el último día.
EVANGELIO
Mateo 14, 13-21
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de
allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra
desde los pueblos.
Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se
hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:
Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las
aldeas y se compren de comer. Jesús les replicó:
No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.
Ellos le replicaron:
Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.
Les dijo:
Traédmelos.
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los
dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los
dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta
quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco
mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Lecturas
Isaías 55, 1-3
Sal 144, 8-9. 15-16. 17-18
Romanos 8, 35. 37-39
Mateo 14, 13-21