Ciclo A, 18º domingo de Tiempo Ordinario
Julio César Villalobos, C.M.
Una vez, un sacerdote contó esta pequeña historia. Dice que en una ciudad hubo un
terremoto, y dejó como todas las veces destrucción, hambre, miseria,
desesperacin. Se había “perdido” una mamá con su hija pequea. Todos creían
que los escombros habrían matado a esta familia joven. Buscaban por todas partes,
rescatistas, hombres y mujeres voluntarios, perros amaestrados, etc. pero no los
encontraban. De pronto escuchaban gritos de la madre y de su hija, pero no
identificaban de dónde venían esos gritos. La madre, mientras tanto limpiaba unos
vidrios rotos que estaban por su lado. Veía que su niña se estaba muriendo. Pensó:
“tengo que darle vida a mi hija para que esté bien, sé que puedo hacerlo”. Dios
bendijo su corazón, y sobre todo los dedos de sus manos, ¿y saben por qué? Se
cortó algunos dedos para darle de beber de su propia sangre. Cuando los
rescatistas encontraron a esta familia joven, la madre estaba casi muerta y la niña
radiante y con mucha vida. La madre entendió que era portadora de vida.
El pedido que hace Dios, y que bellamente lo recoge Isaías en la 1ra lectura (55,1-
3) es: “Todos los que tengan sed, vengan…”. Una vez más, nos invita a confiar en
él que todo lo puede y todo lo hace bien. Hay mucha sed de todo en este mundo,
hay mucha hambre de todo en este mundo. ¿En qué gastamos más?, ¿en qué
pierdo más mi tempo?, ¿en qué estoy invirtiendo más?, ¿quizás en vanagloria?, ¿en
cuidar mi imagen?, ¿en sobresalir para que otros aplaudan “mis obras”?, ¿en
vanidad?, ¿en estar mucho en internet y no escuchando a mi familia que me
habla?…
A pesar de todo esto, Dios nos sigue amando. ¿Te has puesto a pensar que Dios
sigue fijándose en cada uno de nosotros? Podemos muchas veces habernos
apartado de Jesús, pero él nunca se ha apartado de nosotros: “¿Quién podrá
apartarnos del amor de Cristo?…en todo esto vencemos fácilmente por aquel que
nos ha amado” (Rom.8,35.37-39). Eso es lo que San Pablo dirá en la 2da lectura
del día de hoy.
La multiplicación de los panes y de los peces es la lectura de hoy domingo
(cf.Mt.14,13-21). Todos siguen a Jesús, muchos con distintas motivaciones y
necesidades. Pero Dios siempre lee nuestra mente y nuestro corazn: “Tú me
examinas y me conoces…” (Salmo 139,1ss). A Jesús le conmueve hasta las
entrañas el que sus hijos e hijas vivan sin él, sin paz, sin esperanza, sin algo en el
estmago, etc. Dice el texto: “vio Jesús a la muchedumbre, sinti compasin de
ellos y cur a los enfermos”.
¿Qué pasa cuando Dios quiere manifestar su gloria y su poder?, el diablo tiembla.
¿Cuánta gente hay que se opone al actuar de Dios en la vida de los demás, en la
historia de todos y en la misma naturaleza? Jesús no quiere ser indiferente, a pesar
de que los discípulos quieran despedir a la gente, y a pesar de la misma
desesperanza que encontró en ellos. Pero quiso darles también la responsabilidad
de ser compasivos con los otros: “Denles ustedes de comer”. Ese es el pedido
esperanzador de Jesús. Es un pedido que nos hace a todos. Dar de comer el pan de
la esperanza a los que la han perdido, dar de comer el pan de la fraternidad a
muchos que todavía no quieren vivir en paz y en reconciliación, dar de comer el pan
de la Eucaristía porque Jesús mismo se regala para los demás, sin pedir nada a
cambio…
Tarea que tenemos todos: pedirle a Jesús que nos de su comida, que es su propia
vida, su propia paz, su propia luz.
Tenemos hambre de ti, Jesús!!!
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)