Domingo Decimonoveno del Tiempo Ordinario 7 de Agosto de 2011
“¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!”
Muchas veces nos acercamos al Evangelio buscando unas pautas para vivir como
buenos seguidores de Jesús. El Evangelio no es un código moral. Al Evangelio
hemos de ir a encontrarnos con Jesús. Todo lo demás será consecuencia del
encuentro con el Señor. Conocemos el Evangelio, sus episodios, los milagros, los
discursos de Jesús que ya nos suena demasiado. Hay el peligro de habernos
acostumbrado y difícilmente nos llama la atención. Sin embargo la figura de Jesús
siempre tiene actualidad porque es Alguien que sale a nuestro encuentro para
ayudarnos a descubrir el sentido de la vida, y la manera de vivir en paz, libertad y
felicidad.
El episodio de este Domingo, nos presenta, en primer lugar, a Jesús en el monte
orando, “llegada la noche estaba allí solo”. No es la primera vez que los evangelios
nos hablan de la oración de Jesús. Era asiduo a la oración, contacto íntimo con el
Padre. Para hablar de Dios hay que estar lleno de Dios, tener una fuerte experiencia
de Dios. La oración es ponerse ante el Padre y presentarle nuestra realidad,
nuestras ilusiones y nuestros desencantos, nuestra pobreza y nuestras esperanzas.
Las nuestras y las de todo el mundo entero. Y así, con sencillez, sin necesidad de
grandes razonamientos, como el que se dirige a un amigo verdadero, manifestarle
nuestra esperanza en El, nuestra confianza en su amor, nuestro deseo de que su
vida crezca en nosotros y en todos los hombres. Así lo hacía Jesús.
El trato con el Padre le sensibiliza más de cara a los hombres. Los apóstoles, lejos
de tierra bregaban en la barca sacudida por las olas. Momento de dificultad y
peligro, pero “de madrugada se les acerc Jesús andando sobre las aguas”,
manifestándose a sus discípulos como Dios. Jesús dominando la fuerza del viento y
del mar se acercaba a ellos y les dijo: “Animo, soy yo, no tengáis miedo!” .Esta
expresión pertenece al mensaje esencial de Jesús, pronunciando la fórmula viejo
testamentaria de autorevelacin de Dios: “Soy yo”. El miedo cerraba a los
discípulos a la fe en Dios. Una vez desaparecidos sus temores, reconocen a Dios en
la calma del viento: “Realmente eres Hijo de Dios”. Jesús cercano y comprometido
en los momentos difíciles en que se encuentran los suyos.
La figura de Pedro entre la confianza y el temor que empieza a caminar sobre las
aguas, nos muestra que el caminar del hombre al encentro de Dios, es decir, la fe,
se realiza superando la oscuridad de la duda temerosa. La fe no es la mera
afirmación teórica de unas verdades. Implica, ciertamente una visión de la vida y
una peculiar concepción del hombre, su tarea y su destino último. Ser creyente
consiste en una apertura confiada a Jesús como sentido último de toda nuestra
vida, criterio definitivo de nuestro amor a los hermanos, y esperanza última de
nuestro futuro. Pedro que siente que se hunde busca a Jesús y grita: “Seor,
sálvame”- Se apoya en Jesús.
Jesús “le tiende la mano, lo agarr y le dijo: Qué poca fe! Por qué has dudado?”
Jesús, una vez más, educa a Pedro y a sus compañeros. Mateo nos ha descrito la
verdadera fe al presentar a Pedro que “caminaba sobre el agua” acercándose a
Jesús. Eso es creer. Caminar sobre el agua y no sobre tierra firme. Apoyar nuestra
existencia en Dios y no en nuestras propias razones, argumentos y definiciones.
Vivir sostenidos no por nuestra seguridad, sino por nuestra confianza en El.
Los milagros de Jesús son señales del Reinado de Dios. Por eso nos interesa saber
lo que el milagro nos quiere decir. En concreto la figura de Jesús caminando sobre
las aguas en continuo movimiento, sin forma permanente, que en la Biblia son
símbolo de caos, de destrucción, de muerte, quiere decir que Jesús supera el poder
del mal y de la muerte, y por El y con El aparece la definitiva esperanza de la
verdadera vida para todos los hombres. Tiene pleno sentido su expresin: “Ánimo,
soy yo, no tengáis miedo!” Acojámoslo con confianza.
Joaquin Obando Carvajal