EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
XVIII Domingo del Tiempo Ordinario A
Libro de Isaías 55,1-3.
¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos, y el que no tenga dinero, venga
también! Coman gratuitamente su ración de trigo, y sin pagar, tomen vino y leche.
¿Por qué gastan dinero en algo que no alimenta y sus ganancias, en algo que no
sacia? Háganme caso, y comerán buena comida, se deleitarán con sabrosos
manjares.
Presten atención y vengan a mí, escuchen bien y vivirán. Yo haré con ustedes una
alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor a David.
Carta de San Pablo a los Romanos 8,35.37-39.
¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las
angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada?
Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó.
Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los
principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales,
ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor
de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Evangelio según San Mateo 14,13-21.
Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a
solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie.
Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella,
curó a los enfermos.
Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: "Este es un lugar desierto y ya
se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse
alimentos".
Pero Jesús les dijo: "No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes
mismos".
Ellos respondieron: "Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados".
"Tráiganmelos aquí", les dijo.
Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco
panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición,
partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce
canastas.
Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los
niños.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Papa Benedicto XVI
Sacramentum caritatis, 88
"Dadles vosotros de comer"
"El pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo" (Jn 6,51). Con estas
palabras el Señor revela el verdadero significado del don de su propia vida por
todos los hombres, mostrándonos así la profunda compasión que siente hacia toda
persona. En efecto, de muchas maneras y en diversos pasajes, los evangelios nos
narran los sentimientos de Jesús hacia los hombres, particularmente hacia las
personas que sufren y hacia los pecadores. A través de un profundo sentimiento
humano, expresa la intención salvífica de Dios para toda persona humana con el fin
de que alcance la verdadera vida.
Toda celebración eucarística actualiza sacramentalmente el don que Jesús ha
hecho de su propia vida en la cruz, por nosotros y por el mundo entero. Al mismo
tiempo, en la eucaristía, Jesús hace de nosotros los testigos de la compasión de
Dios por cada uno de nuestros hermanos y hermanas. Es alrededor del misterio
eucarístico que nace el servicio de la caridad hacia el prójimo, el cual "consiste
precisamente en el hecho de que yo amo también, en Dios y con Dios, a la persona
que no aprecio e incluso que ni tan sólo conozco." Esto no se puede dar si no es a
partir del encuentro íntimo con Dios, encuentro que llega a ser comunión de
voluntad hasta llegar a tocar al sentimiento. Es entonces que aprendo a mirar a
esta otra persona no sólo con mis ojos y mis sentimientos, sino según la mirada de
Jesucristo». De esta manera reconozco, en las personas a las que me acerco, unos
hermanos y hermanas por quienes el Señor ha dado su vida amándolos "hasta el
extremo" (Jn 13, 1).
Por consiguiente, cuando nuestras comunidades celebran la eucaristía, deben
hacerse cada vez más conscientes de que el sacrificio de Cristo es para todos, y que
la eucaristía urge a toda persona que cree en él a hacerse "pan partido" por los
demás y, por tanto, a comprometerse por un mundo más justo y más fraterno.
Reflexionando en la multiplicación de los panes y los peces, debemos reconocer
que, todavía hoy, Cristo continua exhortando a sus discípulos a comprometerse
personalmente: "Dadles vosotros de comer". La vocación de cada uno de nosotros
consiste realmente en ser, con Jesús, pan partido para la vida del mundo.
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