Ciclo A, Domingo 3º de Adviento
Mario Yépez, C.M.
Estamos en el “domingo de la alegría” y lo que vamos a escuchar en las lecturas es
lo que trae de novedad la presencia de Jesús, al cual esperamos anhelantes. La
expectativa de Juan El Bautista en torno a la llegada del Mesías no era compatible
con el accionar de Jesús; su predicación y sus sanaciones; pero sobre todo, su
cercanía a los pecadores. Hay gozo alrededor de Jesús; todos se regocijan porque
se ven liberados de las ataduras de la muerte, ¿no nos pasa esto también a
nosotros? Cuando hemos sentido en nuestra propia carne cómo Dios se ha dignado
a perdonarnos, a sanarnos, nuestra alegría siempre ha sido desbordante, pero
cuando va pasando el tiempo, empezamos a dudar, a temer y a desconfiar de Dios.
Isaías vuelve a dar esperanza al pueblo que no ve con buenos ojos a su rey y
empieza a anhelar la llegada del nuevo Ungido, que devolverá la paz al pueblo. De
seguro, que cuando el sucesor del rey empezó a gobernar vieron con buenos ojos
que toda aquella esperanza se estaba haciendo realidad y Dios cumplía una vez
más sus promesas. Juan pide se purificado de su visión de Dios y entiende que la
misión de Jesús ha sobrepasado sus propias expectativas y empieza así abrirse
para él y sus discípulos el mensaje del Reino: toda realidad maligna debe ser
vencida por la fuerza del amor y del poder sanador de Dios. El Señor viene y de
verdad llega, para romper nuestros propios esquema de fe, eso parece seguro; hay
que estar atentos al mensaje del Reino que viene a traer el Niño Dios y de seguro
podremos ser más grandes que Juan, porque estamos abiertos a lo nuevo.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)