XVIII Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo A (Año Impar)
Introducción a la semana
La semana pasada apenas saludamos, los últimos días, el libro del Levítico.
Ahora nos toca leer también brevemente algunos pasajes del libro de los
Números. Aquí la liturgia recoge sobre todo algunas de las muchas protestas que
Israel elevó en el desierto contra Dios o contra Moisés, reiterando su malestar y
mostrando su falta de confianza. Se quejan del maná, que les cansa; se
acobardan ante las dificultades que presenta el país que tienen que conquistar;
creen que pronto van a perecer de sed; los hermanos de Moisés no soportan que
tenga esa intimidad con el Señor. Dios los perdona una y otra vez, pero esa
generación que no se fía de Él no entrará en la tierra prometida. Una elocuente
lección para los creyentes de cualquier época.
Los dos fragmentos del Deuteronomio, al final de la semana, tienen otro tono.
Moisés pondera la grandeza de ese Dios y la excepcional solicitud que ha
mostrado siempre hacia su pueblo. De ahí dimana el mandamiento principal para
Israel: aceptarlo como su único Dios y amarlo con amor indiviso y por encima de
cualquier otra realidad.
Las lecturas evangélicas subrayan con diversos acentos la importancia capital de
la fe (precisamente la que le faltaba a Israel). Ella es la que hace posible
alimentar a la multitud –cuando se la ve en necesidad- a pesar de la escasez; la
que permite confiar en el auxilio de Jesús cuando parece que nos vamos a
hundir; la que abre el camino de la salvacin también a los “extraos”; la que
vence el poder insidioso del mal; la que nos hace confesar la identidad divina de
Jesús y recorrer junto a él su camino de cruz.
San Alfonso Mª de Ligorio fue fundador de la Congregación del Smo. Redentor,
para la predicación misionera en los medios más humildes, y doctor de la Iglesia
por la importancia de su magisterio en temas de moral. El Cura de Ars, sencillo
sacerdote de pueblo, sobresalió por el vigor evangélico de su predicación y la
eficacia espiritual de su intenso ministerio de confesor, y es el patrono de los
párrocos. La Transfiguración del Señor nos recuerda la gloria propia de Cristo,
reflejada en su humanidad, y la gloria a la que Dios nos destina a nosotros como
partícipes de su resurrección.
Fray Emilio García Álvarez
Convento de Santo Domingo. Caleruega (Burgos)
Con permiso de dominicos.org