Mutua disposición para compartir
01/08/2011
Evangelio
Del santo Evangelio según san Mateo 14, 13-21
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una
barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. Al saberlo la gente, lo siguió por
tierra desde los pueblos. Cuando Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbre, se
compadeció de ella y curó a los enfermos.
Como ya se hacía tarde, se acercaron sus discípulos a decirle: «Estamos en
despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los
caseríos y compren algo de comer». Pero Jesús les replicó: «No hace falta que
vayan. Denles ustedes de comer». Ellos le contestaron: «No tenemos aquí más que
cinco panes y dos pescados». Él les dijo: «Tráiganmelos».
Luego mandó que la gente se sentara sobre el pasto. Tomó los cinco panes y los
dos pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los
dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron hasta
saciarse, y con los pedazos que habían sobrado, se llenaron doce canastos. Los que
comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.
Oración introductoria
Señor, aumenta mi fe para nunca dudar de la misericordia de tu amor que me
busca en todo momento. Enséñame el valor de la oración para que se multipliquen
los frutos de mi apostolado.
Petición
Jesús, aumenta mi fe para hacer milagros de amor.
Meditación
«La multiplicación de los panes para los miles de personas que habían seguido al
Señor en un lugar desértico. ¿Por qué se hace en ese momento lo que antes se
había rechazado como tentación? La gente había llegado para escuchar la palabra
de Dios y, para ello, habían dejado todo lo demás. Y así, como personas que han
abierto su corazón a Dios y a los demás en reciprocidad, pueden recibir el pan del
modo adecuado. Este milagro de los panes supone tres elementos: le precede la
búsqueda de Dios, de su palabra, de una recta orientación de toda la vida. Además,
el pan se pide a Dios. Y, por último, un elemento fundamental del milagro es la
mutua disposición a compartir. Escuchar a Dios se convierte en vivir con Dios, y
lleva de la fe al amor, al descubrimiento del otro. Jesús no es indiferente al hambre
de los hombres, a sus necesidades materiales, pero las sitúa en el contexto
adecuado y les concede la prioridad debida». (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret,
primera parte, p. 21).
Reflexión apostólica
«Convertirse a la fe significaba compartirla, comenzando por la propia familia. Cada
cristiano era un apóstol; cada comunidad cristiana, una llama viva de la Iglesia.
Porque la fuerza del amor es incontenible » Manual del miembro del Regnum
Christi , n. 6.
Propósito
Revisaré el tiempo que estoy dedicando a la oración, para mejorarlo en tiempo y en
calidad.
Diálogo con Cristo
Líbrame, Señor, de dudar de tu amor. Depende de mí el saberte dar el tiempo y el
espacio en mi vida para que seas Tú quien multiplique, en frutos abundantes de
salvación, mi pobre esfuerzo apostólico.
«Compartir con los demás los bienes materiales es un gesto de generosidad y de
amor; compartir los bienes espirituales, acercar a otra persona a Dios es el tesoro
más grande que podemos ofrecerle»
( Cristo al centro, n. 382).