Ciclo A, Domingo de Ramos
Pedro Guillén Goñi, C.M.
Con el domingo de Ramos culminamos el tiempo de Cuaresma e iniciamos la
Semana Santa. Tiempo para sumergirnos en el misterio de la pasión, muerte y
resurrección del Señor.
Este domingo la Iglesia nos recuerda la entrada de Cristo, el Señor, en Jerusalén
para consumar su misterio pascual. El evangelio de la Eucaristía nos invita a
reflexionar sobre el misterio de la pasión y muerte del Señor como pasos previos a
su resurrección victoriosa. Es un acto de servicio, de amor, de solidaridad, de
entrega. Ha cargado con el pecado de todos. Dando su vida nos salva a todos. Nos
descubre que el amor es la única fuente capaz de servir al hombre. La muerte de
Jesús nos debe abrir a la contemplación del amor de Dios. No nos puede dejar
indiferentes.
Jesús con su muerte da un sentido al sufrimiento humano. No nos libera de él, sería
una contradicción porque nuestra naturaleza humana es limitada, pero mirando al
crucificado podemos aprender los creyentes a crecer como hombres, incluso en el
sufrimiento, sin caer en la angustia o en la rebelión desesperada. Asumir la muerte
por amor y servicio no es inútil sino que es un gesto que sobredimensiona a quien
lo experimenta y realiza. Solidarizarnos con la cruz significa ver en el gesto del
Señor la cara de los pobres, oprimidos, abandonados y abrirnos confiadamente al
misterio de un Dios que ha redimido nuestro sufrimiento compartiéndolo con la
pobreza y el dolor de los hombres.
Jesús muere por ser fiel a su vocación de no rechazar, no juzgar, no excluir, no
condenar. La vida de Jesús es una llamada constante a la reconciliación, al perdón,
a la acogida, mirando, sobre todo, a los pobres, a los más necesitados de la
humanidad. Se hace hombre sufriente para que nosotros nos acerquemos a la
grandeza de Dios.
Días apropiados, como podemos comprobar, para profundizar en “el desierto” de
nuestra vida interior y acompañar, personal y comunitariamente, a Jesús que nos
tiende la mano ensangrentada por los clavos del dolor para animar nuestra vida
desde la cruz de cada día que se transforma en esperanza.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)