Ciclo A, Domingo de Ramos
Antonio Elduayen, C.M.
La Semana Santa se abre y se cierra con dos triunfos de Jesús. El de su Entrada
bulliciosa en Jerusalem y el de su Resurrección silenciosa de entre los muertos.
Bullicioso y pasajero su primer triunfo; silencioso y duradero el segundo, lo que,
por contraste, es ya una primera lección. Otra, mucho más importante, es que
entre estos dos triunfos se encierra el misterio humano y divino de la Pasión y
Muerte del Señor, y de todo ser humano. Nos dice que el éxito en lo humano dura
poco y que da paso al sufrimiento y a la muerte, como le sucedió a Jesús. Pero nos
dice también que el sufrimiento y la misma muerte dan paso a una vida más plena
y feliz, cuando se los asume por una causa noble y grande que Dios bendice, como
también le pasó a Jesús, al resucitar. De la Resurrección del Señor hablaremos el
domingo 24. De su Entrada Triunfal en Jerusalem digamos lo siguiente.
Jesús se presenta en Jerusalem como el Mesías. Es algo en lo que coinciden los
cuatro evangelistas, reconociendo la importancia y el significado del
acontecimiento. Muchas veces y de diferentes maneras, ante preguntas de los
judíos, les había asegurado que Él era el Mesías. Ahora, sabiendo que le quedaba
poco tiempo, decidió presentarse y se presentó como el Mesías, dando
cumplimiento a cuanto las Escrituras decían sobre su Entrada Triunfal en Jerusalem
(Gen 49,11; Is 62,11; Za 9,9; 1Re 1,33; 2 Re 9,13; Sal 118,26…). Ni las
autoridades, que comprendieron rápido el significado de lo que estaba pasando,
pudieron detenerlo. Fue cuando Jesús, que estaba decidido a todo, les conminó: si
la gente se calla, gritarán las piedras…
Jesús quiso presentarse como el Mesías por honor a la verdad, pues lo era, y para
que sus apóstoles y seguidores confiasen en Él. Pero también y muy
principalmente, para dar a su pueblo y autoridades, una nueva oportunidad de
creer en Él y de acogerlo como el Mesías. Si lo hubieran hecho, la historia de la
humanidad habría sido muy diferente a como lo es ahora. Lamentablemente, no
creyeron en Él…, pero Jesús cumplió y hasta se pasó dándoles una nueva
oportunidad, que resultó ser la última de su vida, pues, en premio, lo mataron.
Saquemos del relato estas dos conclusiones: 1. No nos cansemos de dar
oportunidades a los demás…; 2. Nunca seamos derrotistas. Por experiencia, podrá
parecernos que lo que vamos a hacer no ha de resultar. Aún así, hagámoslo con
entusiasmo. Como Jesús,E que conocía de antemano el fracaso de su intento.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)