Ciclo A, 4º domingo de Cuaresma
Antonio Elduayen, C.M.
El evangelio de hoy (Jn. 9,1-41) nos presenta el caso de un ciego de nacimiento,
que gracias a Jesús, recobra la vista y recibe la fe. Hoy lo llamaríamos un
sociopsicodrama, aunque es ante todo un drama religioso. Con sus personajes y
todo. El ciego , que aparece en escena todo el tiempo, y Jesús , que aparece sólo y
muy oportunamente al principio y al final. Luego están los discípulos , que con una
pregunta inoportuna, inician la discusión; el público, novelero como siempre; los
fariseos , que arman el escándalo; y los padres del ciego, que se desentienden
del asunto y del hijo, dejándolo a su suerte. Pero no todo es negativo. Lo que pasa
y lo que se dice es muy significativo. Y circunstancialmente hasta nos enteramos de
que ese día era sábado y de que los judíos habían acordado expulsar de la
sinagoga (la iglesia judía) a quien reconociera que Jesús era el Mesías.
En relación con Jesús, lo primero que llama la atención es el teatro que
monta para curar al ciego (Jn 9, 6-7) . En casos similares lo hizo con una sola
palabra: Ve…y el ciego vio (Mc 10,51-52). En esta ocasión, está claro que quiere
llamar la atención sobre lo que va a pasar , de modo que sea un signo para
todos (Jn 9, 3). El ciego y lo que le pasa al ciego se convierten en signo para
nosotros. O, como comenta el Papa Benedicto XVI : “el milagro de la curación es
el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para
que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en Él a nuestro
único Salvador”. Jesús ha dado la vista al ciego y ahora, como premio a su
hombría, quiere darle la fe , que es la vista del alma. Para ello va a su encuentro,
le dice que Él es el Hijo del Hombre, y le pregunta si cree en Él. “Creo, Señor” (Jn
9, 35,38), contesta el ciego, que se postra agradecido a sus pies.
El anónimo ciego de nacimiento, que se sentaba a pedir limosna, resultó ser todo
un personaje. La ceguera no lo había amilanado, para nada. Ciertamente no veía
la luz del día, pero en su interior sí había una luz: la luz de la razón, que le
decía que el hombre tiene que ser digno y coherente y firme y agradecido… Es
sin duda lo que él era o, al menos, lo que mostró ser durante todo ese largo y
penoso día, que terminó con su expulsión de la sinagoga, como si fuera un
renegado. Uno se pregunta si, en algún momento de ese tormentoso día, no habrá
deseado que no lo hubieran curado… Tenía también la luz de su fe judía , que le
daba ánimos para seguir viviendo como ciego, y le daba argumentos para discutir
con calma y poner en aprietos, hasta sacarlos de sus casillas, a los ilustrados
fariseos.
Por lo demás, el relato contiene muy buenas enseñanzas. Como las siguientes: que
los males que podemos tener no son castigo por los pecados de nuestros
padres ; que todo lo que pasa, incluidos los males, son para nuestro bien; que hay
que aprovechar la vida al máximo, pues después de muertos ya nada se
podrá hacer ; que Dios y Jesús están siempre al quite, sobre todo cuando las cosas
se nos tornan imposibles; que Jesús ha venido a este mundo para que los que
no ven, vean…
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)