Ciclo A, 3º domingo de Cuaresma
Antonio Elduayen, C.M.
El evangelio de hoy (Jn 4, 5-42) nos revela algunos de los puntos más novedosos e
importantes del mensaje de Jesús. Por ejemplo, el don del Espíritu Santo -
manantial de agua viva en cada uno- , del que hablará más tarde ( Jn 14 ,16-
17. 26; 15 , 26; 16,7-13); el culto en espíritu y en verdad , por encima de ritos y
templos, aunque no los excluya; la voluntad de Dios como razón de ser
(alimento) de cuanto uno tiene que hacer y hace; el éxito final de la misión (Jn
4, 35-38), más allá de las apariencias. Lo admirable es que todo esto y aún más, lo
sabemos por una conversación de Jesús con una mujer samaritana , que
además de ser antijudía y “pagana”, es conviviente, después de haber estado
casada cinco veces.
La conversación se tuvo en un mediodía tórrido junto al famoso pozo de Jacob , a
las afueras de Sicar, a medio camino entre Jerusalem y Caná de Galilea, a donde
Jesús se dirigía con sus apóstoles. Estaba cansado y sediento y allí se quedó,
sentado junto al pozo, mientras los apóstoles iban al pueblo a comprar comida. Fue
entonces cuando la samaritana llegó al pozo con su cántaro para sacar agua. Toda
esta detallada descripción nos la hace Juan, el evangelista teólogo, quien, sin
proponérselo, nos hace ver el claro aprecio que Jesús tiene por la persona de
la mujer , más allá de toda otra consideración: que sea pobre, iletrada,
conviviente, samaritana… Ejemplos parecidos son : el de la mujer adúltera (Jn 8,
3+) y el de la Magdalena, a quien regala su primera aparición de Resucitado (Jn 20,
14-17)
En la samaritana , Jesús está viendo y conversando con todos los hombres y las
mujeres del mundo, en especial las que carecen de figuración social, viven
inmersas en el trabajo y dependen enteramente del hombre. Pero las que aún así,
siguen firmes batallando por sus hijos, tienen su fe en Dios al que le rezan, esperan
que las cosas habrán de cambiar a mejor, y mueven y llevan a todos al encuentro
con Jesús. Es el caso patente de la samaritana, a quien Jesús le hace ver que hay
otra agua mejor que la del pozo de Jacob -agua viva, la llama Él, que quien la
bebe nunca más ha de tener sed; que, gracias al Espíritu Santo, cada uno de
nosotros tiene su propio pozo del que sacar y beber esa agua viva; que es
del todo necesario tener sed de Dios y saciarla acudiendo a Jesús… en
espíritu y verdad , es decir, con amor y confianza.
Quiero terminar citando un breve comentario del Papa a este evangelio. La petición
de Jesús a la samaritana: “Dame de beber” (Jn 4, 7), expresa la pasión de Dios por
todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del “agua que
brota para la vida eterna” (v. 14). Es el don del Espíritu Santo, que hace de los
cristianos “adoradores verdaderos” capaces de orar al Padre en “espíritu y verdad”
(v. 23). ¡Solo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza!
Solo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e
insatisfecha, “hasta que descanse en Dios”, según las palabras célebres de San
Agustín.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)