Ciclo A, 2º domingo del Tiempo Ordinario
Antonio Elduayen, C.M.
El testimonio de Juan el Bautista sobre Jesús es tan impresionante que nos
quedamos prendados y prendidos del mismo (Jn 1,29-34). Sin pasar a la acción, lo
que no fue el propósito de Juan ni lo que entonces pasó ni…lo que ahora tendría
que pasar. “Es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, dice de Jesús,
haciéndose eco de la Torah (Gen 22,8; Ex. 29, 39) y anticipando lo que el otro Juan
dirá en el Apocalipsis (5, 6.12; 12,11; etc). Es el Ungido por el Espíritu -Mesías
en arameo y Cristo en griego (Jn 1,32) . Es el Hijo de Dios (Jn 1,34) . El que ha
de bautizar con el Espíritu Santo (Jn 1, 33). ¿Qué más se puede decir de Jesús?
Impresiona también la manera honesta y humilde de su testimonio. Le hubiera
bastado con decir una sola palabra, y toda la gente lo hubiera aplaudido y seguido
como al Mesías. Pero ni pasó por su mente, pues era un apasionado de la verdad.
Cuando Juan dio tamaño testimonio de Jesús, lo hizo para dar a conocer lo que
sabía y sentía de Él, pero también para que la gente actuase en consecuencia. Y así
fue. Inmediatamente algunos discípulos de Juan, viendo en su testimonio una
invitación para seguir a Jesús, se fueron con Él. Es el caso de los futuros apóstoles
Andrés y Juan, que cuenta el mismo Juan (1, 37-42). No sólo eso sino que el
mismo Jesús acelerará su plan de trabajo (Jn 1, 43) y hasta anticipará la hora de
sus señales (milagros), a petición de María (Jn 2,4). Qué buen ejemplo para
nosotros, que sabiendo que Jesús es el Señor, debiéramos vivir dando testimonio
de Él a los demás. Lamentablemente, nuestra fe no llega a tanto. Sin decisión para
optar y decidirnos totalmente por Él, nos quedamos, y tanto que los hijos de este
mundo resultan siendo más inteligentes, audaces y movidos que nosotros, como
nos echó en cara Jesús (Lc 16, 8).
Que Jesús es el Ungido por el Espíritu Santo para ser el Mesías o Cristo, y para
bautizar con el Espíritu, es el otro gran testimonio de Juan el Bautista, que le lleva
a decir que Jesús es el Hijo de Dios. Y que por lo tanto que hay que aceptar cuanto
Él diga y haga y ponerse por entero a su disposición. Así lo hizo él, no obstante la
resistencia de algunos de sus discípulos. (Ver Mt 11, 2-6; Jn 3, 22-36). Conmueve
ver la alta estima que Juan tiene del bautismo de Jesús y cómo le hubiera gustado
haber sido bautizado con su bautismo y por Él (Mt 3,14). Entonces, además de ser
el mayor de los hombres nacido de mujer y más que un profeta, habría sido alguien
en el Reino de Dios (Mt 11, 9-11). Pero sobre todo, habría recibido el Espíritu
Santo, como lo recibimos cuantos somos bautizados con el bautismo de Jesús.
Es el Espíritu del Señor lo que maravilla a Juan. A él le hizo saber que ese Jesús
que estaba en la fila de quienes esperaban su bautismo, era el Mesías. ¿¡Qué cosas
no haría saber y hacer a quienes lo recibieran!? En el día de nuestro bautismo, el
Espíritu Santo se posó en nosotros (tomó posesión de nosotros), y nos hizo hijos
adoptivos de Dios Padre, hermanos de Jesucristo y testigos y creadores de la
historia con el Espíritu, que recrea y hace nuevas todas las cosas. ¡Reconoce
cristiano tu dignidad…!
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)