XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
“¡Ánimo! Soy yo ¡No teman!”
El evangelio de este domingo es un impulso de vida y de alegría en el mar de
dudas, de dificultades y de hostilidades en que trascurre habitualmente la vida de
todo ser humano. Por eso el relato de Mateo acerca de la travesía del mar de
Galilea, en barca, contra viento y marea, puede servirnos para reflexionar sobre
todas las experiencias de adversidad y de confusión que sentimos en nuestra vida,
pues también en el texto evangélico el mar es símbolo de hostilidad, de vientos en
contra y de zozobra de los discípulos, que representan a la Iglesia. El evangelista
Mateo relata la travesía contra corriente (Mt 14,22-33) reproduciendo en la historia
de Jesús lo que parece más propio de una escena de encuentro de los discípulos
con el resucitado en el entorno del mar de Galilea. Tras el milagro del reparto de
pan entre cinco mil, símbolo de la atención y satisfacción de las multitudes
necesitadas gracias a la disponibilidad y solidaridad de los discípulos, Jesús apremia
a los suyos a ir a al otra orilla del mar, es decir, al mundo de los paganos, de los no
creyentes y alejados de la fe. De noche y en medio del mar, estando los discípulos
en la barca sobreviene una tempestad de viento contrario. La presencia
irreconocible de Jesús entre las brumas de la madrugada infunde ánimo en medio
de la confusión, y valentía frente al miedo.
Las palabras de Jesús: “¡Ánimo! Soy yo ¡No teman!” deben ser el recuerdo continuo
en la vida de los discípulos y misioneros ante las adversidades que la Iglesia afronta
en la enorme tarea de la Misión Permanente. Hoy se difunde en Bolivia el
cuestionario de participación de todo el Pueblo de Dios en la preparación del Sínodo
de Obispos del 2012 sobre la Nueva Evangelización, cuyo texto de trabajo recuerda
seis escenarios en los que el anuncio del Evangelio debe ser transformador de las
conciencias y de las creencias: un escenario cultural (la secularización), uno social
(la mezcolanza de pueblos), uno de los medios de comunicación, uno económico,
uno científico y uno político. El Sínodo apela al diálogo con los otros hombres y a la
audacia de formular la pregunta acerca de Dios en el interior de los problemas,
realizando lo específico de la misión de la Iglesia.
Pero el Evangelio de Mateo introduce además en su relato la duda de Pedro, el cual
requiere más evidencias. No le bastan los signos realizados hasta ahora por Jesús,
ni el prodigio admirable de haber participado activamente en el milagro del reparto
del pan. Su deficiencia en la fe le valió el reproche de Jesús. Pero Pedro es el reflejo
vivo de la deficiencia de la fe de la comunidad eclesial hasta incluso teniendo
delante al resucitado (Mt 28,17). Creo que las múltiples dudas que hoy abruman y
asustan a los creyentes y no creyentes no debieran ahogar la voz del Señor Jesús
que, en medio de la noche, sigue llamándonos por nuestro nombre y nos dice:
¡Ven!
Cuando escuchamos la voz del Señor Jesús, cuando su palabra es el centro de
nuestra atención y nos fijamos en ella, podemos caminar, como Pedro, hasta por
encima de las aguas, lo cual es una prerrogativa divina. En cambio, cuando nos
fijamos sólo en las múltiples adversidades y vientos contrarios, entonces, también
como Pedro, podemos sucumbir. Particularmente en Bolivia van apareciendo
huracanes contra la libertad, prueba de ello es la última ley de comunicaciones
aprobada la semana pasada, mediante la cual el control de la prensa libre será
mucho mayor. En España la gran crisis está dejando el panorama desolador del
paro laboral y de la inseguridad ante el futuro… y así la barca parece ir a la deriva.
Deseamos que el Papa, en su visita a España y ante los jóvenes del mundo pueda
infundir también ánimo y esperanza a todas las generaciones y al mundo entero.
Pero lo importante es la palabra de Jesús que nos dice: “Ven”. Caminar por en
medio del mar es un símbolo de vida, de supervivencia, de confianza y de
seguridad. Esa seguridad emana de la fuerza que infunde la voz y la palabra del
gran maestro. Con Jesús y con los valores que él vivió y anunció se puede avanzar
contra viento y marea. Con el diálogo abierto y la libertad de expresión, sin
cortapisas, con el respeto a los otros, a los diferentes, sean éstos pueblos, culturas,
o posiciones políticas, con el servicio a los últimos de la sociedad se disiparán las
brumas de la noche y caminaremos seguros, incluso por en medio del mar de
dudas.
También la duda afecta a la Iglesia, como a Pedro. En mi trayectoria vital he visto
cristianos, sacerdotes y laicos, con mucho miedo. Miedo a apechar con las
exigencias ineludibles de verdad, de transparencia y de justicia que emanan del
Evangelio. Miedo a la radicalidad de vivir la libertad del Espíritu en la confrontación
con la mentira desde la denuncia profética. Miedo a salir a la intemperie y navegar
mar adentro por los derroteros de la cultura moderna para ser en ella como la
levadura en la masa. He visto cristianos que no quieren ir a la otra orilla, la de los
no creyentes y alejados, la de los pobres y marginados, por estar ensimismados en
sus seguridades y preocupados por sí mismos y descuidando la dimensión
testimonial, misionera y transformadora de la Iglesia. Pero también veo mucha
gente creyente que sigue la voz del Jesús, que escucha su palabra y compromete
su vida con los valores del Evangelio. Es la Iglesia que avanza en su barca y
comunica vida, esperanza, consuelo en al anuncio de un mundo en paz, de diálogo,
de respeto, de libertad y de justicia.
Por todo ello ¡aumenta, Señor, nuestra fe! Que podamos reconocerte a ti, escuchar
tu voz y seguirte sólo a ti y sin miedos.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura,