EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
La Transfiguración del Señor - Fiesta
Libro de Daniel 7,9-10.13-14.
Yo estuve mirando hasta que fueron colocados unos tronos y un Anciano se sentó.
Su vestidura era blanca como la nieve y los cabellos de su cabeza como la lana
pura; su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente.
Un río de fuego brotaba y corría delante de él. Miles de millares lo servían, y
centenares de miles estaban de pie en su presencia. El tribunal se sentó y fueron
abiertos unos libros
Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del
cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar
hasta él.
Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos,
naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no
será destruido.
Salmo 97(96),1-2.5-6.9.
¡El Señor reina! Alégrese la tierra, regocíjense las islas incontables.
Nubes y Tinieblas lo rodean, la Justicia y el Derecho son la base de su trono.
Las montañas se derriten como cera delante del Señor, que es el dueño de toda la
tierra.
Los cielos proclaman su justicia y todos los pueblos contemplan su gloria.
Porque tú, Señor, eres el Altísimo: estás por encima de toda la tierra, mucho más
alto que todos los dioses.
Evangelio según San Mateo 17,1-9.
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó
aparte a un monte elevado.
Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus
vestiduras se volvieron blancas como la luz.
De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí
mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se
oyó una voz que decía desde la nube: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo
puesta mi predilección: escúchenlo".
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor.
Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: "Levántense, no tengan miedo".
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No hablen a nadie de esta visión,
hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Juan Damasceno (v. 675-749), monje, teólogo, doctor de la Iglesia
Homilía sobre la Transfiguración; PG 96, 545
«Este es mi Hijo amado»... así se confirma la palabra de los profetas. (2P
1,17-19)
Hoy, es el abismo de la luz inaccesible. Hoy, sobre el Tabor, la efusión infinita
del resplandor divino brilla ante los apóstoles. Hoy Jesucristo se manifiesta como
maestro de la Antigua y de la Nueva Alianza... Hoy sobre el Tabor, Moisés, el
legislador de Dios, el padre de la Antigua Alianza, asiste como un servidor, a su
maestro, Cristo, el dador de la Ley. Y reconoce su designio al que lo había iniciado
en el pasado por prefiguración; esto es lo que significa, en mi opinión, «ver a Dios
de espalda" (Ex 33,23). Ahora ve claramente la gloria de la divinidad, «albergado
en la ranura de la roca» (Ex 33,22), pero «esta roca era Cristo» (1Co 10,4), como
Pablo lo ha enseñado expresamente: el Dios encarnado, Verbo y Señor...
Hoy el padre de la Nueva Alianza, que había...proclamado a Cristo como Hijo
de Dios diciendo: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16), ve al padre de
la Antigua Alianza, que se mantiene cerca del donante de la una y otra, y que le
dice: "He aquí El que es. He aquí, entonces, del que he dicho que surgirá un profeta
(Ex 3,14; Dt 18,15; Hch 3,22) - como yo, en cuanto hombre y como jefe del nuevo
pueblo pero por encima de mí y de toda criatura, que dispone para mí y para ti, los
dos alianzas, la Antigua y la Nueva"...
Venid pues, ¡obedezcamos a David el profeta! ¡Cantemos a nuestro Dios,
cantemos a nuestro Rey, cantemos! "El es el Rey de toda la tierra» (Sal. 46,7-8).
Cantemos con sabiduría; cantemos con alegría... Cantemos también al Espíritu
«que lo sondea todo, incluso las profundidades de Dios" (1Co 2,10), veamos, en
esta luz del Padre, que es el Espíritu iluminando todas las cosas, la luz inaccesible,
el Hijo de Dios. Hoy se manifiesta lo que los ojos de carne no pueden ver: un
cuerpo terrestre irradiando esplendor divino, un cuerpo mortal rebosando la gloria
de la divinidad... Las cosas humanas pasan a ser las de Dios, y las divinas las de los
humanos.
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