Ciclo A, 5º domingo del Tiempo Ordinario
Antonio Elduayen, C.M.
¿Sienten ustedes que son luz y sal? ¿Sienten que lo son los familiares y amigos
cristianos de su entorno? Al encender la llave de la luz o al usar el salero
¿recordamos alguna vez que somos luz y sal para el mundo ? Que lo somos, nos
lo asegura Jesús en el evangelio de hoy (Mt 5, 13-16). Añadiendo la siguiente gran
pregunta: ¿para qué sirve la sal si se desala o la luz si la tapamos? Añadiendo
también una gran invitación: “alumbre su luz delante de los hombres, para que
vean sus buenas obras y den gloria a su Padre que está en el cielo” (Mt
5,16).
Digamos de pasada que ese dicho de Jesús nos aclara el sentido de aquel otro dicho
suyo que tanto citamos, casi siempre para excusar nuestra inoperancia: que no
sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha (Mt 6,3). Digamos que lejos de
haber contradicción entre ambos dichos, se complementan. En efecto, Jesús nos
pide: 1. que hagamos muchas buenas obras, 2. que todo el mundo las vea, 3. que
las cosas que hacemos den e inviten a dar gloria a Dios, 4. que no nos atribuyamos
mérito alguno ni pidamos aplausos por nuestras buenas obras, y 5. que, a quien
nos dé gracias, le digamos sencillamente: no hay de qué, hice lo que tenía que
hacer… (Lc 17,10). Como Jesús, que pasó por todas partes haciendo el bien y hasta
pidiendo que viesen lo que hacía, siempre para dar gloria a su Padre Dios y mostrar
que el Reino de Dios ya había llegado (Mt 11, 4-5)
Evidentemente cuando Jesús dice que somos sal en esta tierra, espera que, como
la sal, demos sabor y preservemos de la corrupción lo que salamos, que son
las dos principales propiedades de la sal. Espera que personal y comunitariamente,
hagamos sabrosa nuestra vida y la de los demás. Que pongamos buen humor ,
sano optimismo, esperanza y alegría, que hagamos ver el sentido positivo de
las cosas que nos pasan y seamos señales de orientación en el tráfico de la vida
y de los valores. Espera también que cuidemos y defendamos los sanos
principios, las buenas costumbres y los valores humanos y del evangelio;
que evitemos su corrupción y desaparición. Esto y mucho más es lo que espera
Jesús de nosotros cuando, en sentido figurado, nos dice que somos sal de la tierra.
Gozo y esperanza, como lo fue Él.
Somos también la luz del mundo . Algo en sí mismo hermoso y de beneficio para
los demás, como es iluminar y dar calor . Dios que es Luz y habita en una luz
inaccesible (1 Tim 6,16), ama la luz (el cosmos, la gracia) y aborrece las tinieblas
(el caos, el pecado). Por eso su Hijo es Luz (Jn 8,12; 12,46), lo primero que creó
fue la luz (Gen 1, 3) y a nosotros nos dio el ser luz e hijos de la luz (Lc 16,8).
Digamos que aquí la palabra luz es sinónimo de verdad, sabiduría, santidad,
justicia, bondad, rectitud, honestidad, felicidad, gracia…y un ciento de
valores más. ¿Somos luz de verdad? Portémonos como hijos de la luz, nos dice S.
Pablo, con bondad, con justicia y según la verdad, pues esos son los frutos de la
luz. (Ef 5, 8)
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)