Ciclo A, 5º domingo del Tiempo Ordinario
Tito Romero, C.M.
Muchas personas creen que ser cristiano significa asistir a misa de vez en cuando
(comúnmente cuando alguien se muere o se casa), o rezar ocasionalmente un
Padre Nuestro (quizá cuando la vida no los trata bien). Pues, para esas personas
especialmente, pero también para los demás cristianos auténticos, van las palabras
de Jesús que escuchamos en el evangelio de este domingo.
Jesús, en su discurso que se ha hecho famoso como “el sermn de la montaa”, y
que probablemente fue el primero que pronunció frente a sus discípulos (los futuros
cristianos), expuso las características principales del la vida cristiana. Empezó con
las bienaventuranzas, que son algo así como el programa de vida de todo cristiano.
Las bienaventuranzas, vividas tal y como las anunció Jesús, harán de cada cristiano
un “dichoso”, un “feliz”, un “bienaventurado”, porque lo hará merecedor del Reino
de los Cielos. Sin embargo, sería bueno aclarar que las bienaventuranzas, aunque
están planteadas para ser vividas de manera personal, no deben llevar al cristiano
a un quietismo ni a un aislamiento. Un cristiano durante su vida debe buscar
ganarse la entrada al Reino de Dios, pero no solo la de él, sino también la de otras
personas. Esto es, precisamente, lo que olvidan aquellas personas que piensan que
con alguna misa esporádica, con alguna limosna o alguna oración desesperada, ya
se ganaron el cielo. Para prevenir esta tentación, Jesús pronuncia en su discurso la
leccin de “la sal y la luz del mundo”, que le da la dimensin comunitaria y pastoral
a la vida cristiana.
Jesús en su discurso usa dos comparaciones para definir al cristiano. En la primera,
equipara a todo discípulo suyo con la sal: “ Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la
sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para
ser tirada y pisada por los hombres ” (Mt 5,13). Es una buena comparacin, porque
la sal se usa precisamente para salar otras cosas. Así como la sal no necesita ser
salada, sino que su función es dar sabor a las cosas, de la misma manera el
cristiano debe buscar que las demás personas adquieran “el sabor” de Jesús, que
antes él ha adquirido. Un cristiano nunca es “sal” para él mismo, sino para los
demás: “ Ustedes son la sal de la tierra” . Sin embargo, hay que tener siempre en
cuenta que para que un cristiano pueda transmitir ese “sabor agradable” que es
Jesús, primero él mismo lo debe haber adquirido: “ Si la sal pierde su sabor, ¿con
qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por
los hombres.”
La otra comparación que usa Jesús es la de la luz. Les dice a sus discípulos:
Ustedes son la luz del mundo ” (Mt 5,14). Otra vez: “del mundo”. Así como una
lámpara se usa para dar luz en medio de la oscuridad, de la misma manera un
cristiano debe iluminar la vida de los demás. Buscar solo la propia salvación es
como “ colocar una lámpara debajo de un cajón” (Cf. Mt 5,15a), o sea, es ser una
luz desperdiciada. La idea de Jesús es que todo cristiano sea como un “ candelero
para que ilumine a todos los que están en la casa.” (Mt 5,15b).
Si a estas alturas alguien se pregunta cómo ser sal y luz del mundo, en la primera
lectura de este domingo pueden encontrar la respuesta: “ Así dice el Señor:
“Compartirás tu pan con el hambriento, los pobres sin techo entrarán a tu casa,
vestirás al que veas desnudo y no volverás la espalda a tu hermano”.” (Is 58,7).
Esta sentencia que fue escrita siglos antes de Jesús, está resumida en la frase “ser
sal y luz del mundo”. La insistencia es siempre a buscar la salvacin de los demás,
y no solo la propia. Esta es la clave de la vida cristiana. Aquellas personas que solo
buscan su propia salvación, o que se contentan solo con algunas prácticas piadosas
olvidándose que su verdadera labor es ser sal y luz del mundo, son como la sal sin
sabor, son como la luz debajo de la mesa, son cristianos mediocres, y solo sirven
para “ ser tirados y pisados por los hombres ” (Cf. Mt 5,13).
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)