Ciclo A, 7º domingo del Tiempo Ordinario
Pedro Guillén Goñi, C.M.
Jesús nos recuerda en el evangelio que el criterio fundamental de actuación de
nuestra vida cristiana es el amor. Es la forma más directa y profunda de alcanzar la
santidad de vida, aspiración irrenunciable de todo discípulo del Señor.
La concepción del amor que el Señor predica es peculiar y contiene algunos
aspectos que debemos tener presente para sintonizar con Él. Se deriva del mismo
Dios trinitario, comunidad de amor en el Padre, Hijo y Espíritu Santo. La respuesta
filial del hombre surge como consecuencia agradecida y testimonial de la Santísima
Trinidad.
El amor que el Señor proclama es universal, no excluye a nadie; no admite
excepciones, rige en todo momento. Es un amor gratuito y libre. No busca
recompensa alguna. Parte de un corazón abierto, afectivo y misericordioso pero va
más allá del mero sentimiento porque es una opción de compromiso que
desemboca en una decisión firme de ayudar a los demás. Trata de ser efectivo,
permanente, duradero. El amor del Señor no es solamente para un tiempo
determinado y para unas personas concretas sino que nos compromete de por
vida. Será la tolerancia y la solidaridad baluartes permanentes de la práctica del
amor en la sociedad.
El Señor conoce el egoísmo humano que atenta directamente con la vida
fundamentada en el amor. Por eso nos invita a desterrar todo brote de odio,
agresividad y violencia que brota de la raíz del mal para revertirlo en comprensión,
aceptación y diálogo fraterno.
Revertir de esta manera el corazón humano, moldearlo hacia una exigencia
permanente de amor evangélico, no es tarea fácil. Solamente podremos hacerlo des
una profunda vivencia espiritual que nos permita revertir nuestros
condicionamientos e inclinaciones hacia el amor de Cristo. Una mirada al Señor
sufriente en la cruz por amor, el testimonio de tantas personas que ofrecen su vida
en beneficio de los demás impulsadas por el evangelio, gestos de solidaridad que
nos permite realizar la vida diaria en el ambiente donde estamos, nos estimulan y
animan para vivir desde la premisa del amor que nos proyecta el Dios Trinitario de
nuestra fe.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)