Ciclo A, 8º domingo del Tiempo Ordinario
Pedro Guillén Goñi, C.M.
Jesús denuncia en el evangelio de hoy la ansiedad desmedida y el desasosiego en
que se vive en amplios sectores de la sociedad debido al afán por lo material y por
el miedo al futuro y al porvenir. ¿Cuál es el fondo de la enseñanza del Señor? Que
un cristiano no tiene necesidad de angustiarse por el comer, el vestir y todos los
aspectos de la vida en general. Ciertamente necesitamos satisfacer las necesidades
básicas, valorar el tiempo del descanso y de la preparación intelectual e integral en
una sociedad cada vez más competitiva y restrictiva pero sumergidos, como
estamos, en la sociedad de consumo, en la propaganda que nos influye, nos
manipula y aliena es bueno analizar nuestra vida y dónde ponemos nuestros
objetivos, prioridades y esfuerzos personales. Si valoramos más el “tener” que el
“ser” nunca nos encontraremos satisfechos y siempre apeteceremos más, en una
carrera inacabable que nos obliga a seguir buscando más cosas. La seguridad, la
realización personal, el pálpito de la felicidad no está en los bienes materiales sino
“en el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mt.
6,33).
La antítesis positiva de la ansiedad y de la preocupación desmedida por el tener no
es la pereza sino la credibilidad en nuestras posibilidades, el equilibrio del ritmo de
la vida, marcando los tiempos del trabajo-descanso, y la confianza en las manos del
Padre Dios. Vivir cumpliendo los designios en la alegría y la libertad “de las aves del
campo”. Decir que los pájaros y lirios no tejen, no es decir que no hacen nada.
Hacen lo propio de su instinto y viven en libertad, en el presente sin nostalgias del
pasado y sin preocupaciones excesivas del futuro cumpliendo con alegría y libertad
la voluntad de Dios.
Hoy una de las enfermedades más comunes es el stress y sus consecuencias. Surge
como consecuencia de una tensa preocupación y angustia. Debemos vivir con fe y
con fuerza el momento presente, fijarnos más en el hoy que en el ayer o en el
mañana. Sabemos que no es fácil porque los recuerdos nos atan y el futuro nos
arrastra. Vivir al día te da paz, serenidad, encuentras sentido a lo que haces y a
Dios en cada instante. Es sicológicamente sano dividir los trabajos y las
responsabilidades. Cada día la suya, organizadamente y con calma. El silencio
interior, la oración, el descanso renuevan la fe y el espíritu.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)