Ciclo A, 19º domingo del Tiempo Ordinario
Pedro Guillén Goñi, C.M.
Jesús había vivido unos días intensos de emociones y de aceptación popular
durante la multiplicación de los panes, escena que reflexionábamos el domingo
pasado, y sentía necesidad de soledad y de silencio para encontrarse con el Padre
en la oración. Así se inicia el conocido pasaje que la liturgia de la palabra nos
presenta en el evangelio de San Mateo del día de hoy. Esta actitud de Jesús, su
vida apartada después de situaciones especiales de la vida, no puede pasar
desapercibida. También nosotros deberemos encontrar espacios de tranquilidad
interior para evaluar nuestra vida, para presentarnos ante en Señor en actitud de
agradecimiento para recobrar nuevos bríos e impulsar nuestra vida hacia
compromisos más audaces.
Mientras Jesús oraba los discípulos se adentran hacia el mar en una barca frágil,
sacudida fácilmente por el viento y las olas. El miedo les paraliza y en la
madrugada, Jesús es la Luz, descubren la presencia de Jesús caminando sobre las
aguas. Pedro quiere acercarse a Jesús con el mismo procedimiento; mientras
miraba su presencia, su caminar era seguro pero al mirar las dificultades y la fuerza
del viento empezó a hundirse. Pedro fracasa en su intento de aproximación a Jesús
porque no confía en las palabras de Jesús, en la gracia que dimana de Él y en sus
propias posibilidades. Fiarse de Jesús es arriesgado porque implica aceptar su
proyecto y ponerse en camino. Pero solamente quien es capaz de correr este riesgo
será salvado por la atracción del Señor. Esta actitud de San Pedro, mezcla de
confianza y de duda, de súplica y de fe, es la que permanece permanentemente en
nuestra vida. Jesús, sin embargo, nos invita a no tener miedo a lo que Él significa;
a creer en Él; a fiarse de su Palabra; a seguir su camino; a proclamar el Evangelio.
El evangelio de hoy contiene una profunda aplicación para nuestra vida cristiana. En
el transcurso de nuestra vida estaremos sometidos a vientos impetuosos que
sacudirán la integridad de nuestro ser. Los fantasmas del miedo y de la inseguridad
harán acto de presencia pero la fuerza de la Luz, Cristo resucitado, saldrá a nuestro
paso cuando la fe, la adhesión a su persona, abra el camino hacia horizontes
nuevos de esperanza.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)