EL "CHANTAJE" DE UNA MADRE SABIA Y HUMILDE
DOMINGO XX PER ANNUM A
17 de Agosto de 2.008
En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una
mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: Ten
compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.
Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: Atiéndela,
que viene detrás gritando. Él les contestó: Sólo me han enviadlo a las ovejas
descarriadas de Israel.
Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: Señor, socórreme.
Él le contestó: No está bien echar a los perros el pan de los hijos. Pero ella repuso:
Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la
mesa de los amos. Jesús le respondió: Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo
que deseas. En aquel momento quedó curada su hija. Mateo 15, 21-28
A un mundo que promueve los derechos universales del hombre, que proyecta
globalizar los bienes y erradicar todo tipo de exclusión, resulta extraña y hasta
escandalosa la respuesta que da Jesús a la mujer cananea.
De no analizar el pasado con la luz del pasado o de no descubrir sentidos profundos
en la reacción primera de Jesús, habría que suprimir la lectura de este episodio
evangélico y proteger de un posible escándalo al oyente medio y sencillo. Porque
¿cómo es posible que Cristo, Pan vivo bajado del cielo para la vida del mundo, con
capacidad de multiplicar peces y panes hasta la saciedad y las sobras, pueda
regatear o negar unas migajas de salvación a una pobre mujer extranjera que las
solicita ?
Por supuesto que nadie, ni judío ni gentil, ni nazareno ni cananeo, ni hombre ni
mujer, ni niño ni adulto, ni justo ni pecador, ni pobre ni rico... pueden reclamar
como derecho la salvación y el acceso al Reino de la saciedad. Es tal la
desproporción existente entre el agua y la sed que la intenta, entre la comida y el
hambre que la desea, entre Dios y el hombre que lo busca..., que ni la mejor
petición ni el mayor mérito pueden reclamar con derecho la misericordia gratuita de
Dios.
Lo que ocurre es que cuando los hombres buscan con necesidad y humildad la
salvación y plenitud existencial, amparándose en las múltiples riquezas del corazón
misericordioso y paternal de Dios, no “hay Dios que se resista” a tamaña solicitud y
demanda, por muy inoportuna, extemporánea y extraña que sea la petición y la
persona que la hace. Esto explica que Jesús “varíe” su estrategia salvadora con
relación a esta mujer cananea, y anticipe en ella sus planes de salvación universal.
Es como si el hombre se pusiera con su deseo y vehemente apetencia en
condiciones de “chantajear” a Dios, deseoso por cierto de darse al hombre más allá
de los deseos que pudiéramos tener y formularle.
A primera vista podría parecer que Dios pasa de las necesidades de sus criaturas,
incluso por razones de raza, religión o lengua, cuando es el mismo Dios quien ha
puesto en el hombre el hambre y la sed de Él, ofertándole la salvación de modos
inimaginables y dándonos a Jesús como el Pan vivo bajado desde Él para la
salvación de todo el mundo. Eso sí, a veces nos esconde o retrasa el don solicitado,
para desarrollar en nosotros el apetito y hacer de este modo más satisfactorio y
placentero el banquete prometido...
Juan Sánchez Trujillo