Ciclo A, 9º domingo del Tiempo Ordinario
Tito Romero, C.M..
Jesús dejó lo mejor de su discurso en la montaña para el final. Con las palabras que
nos reproduce san Mateo en el evangelio de hoy, culmina este gran sermón que
Jesús dedicó para indicar cómo debe ser la vida del cristiano. Y digo que Jesús dejó
lo mejor para el final porque el mensaje de este domingo es el resumen de todo lo
anterior. Casi se podría definir la vida cristiana con el siguiente slogan que es una
paráfrasis de las últimas palabras del discurso de Jesús: “No basta decir, hay que
hacer”.
Recordemos que Jesús empezó su sermón de la montaña proponiendo las
bienaventuranzas como una forma de vida y no solo como una manera de pensar o
concebir el mundo (Cf. Mt 5,3-11). Luego, mandó a sus discípulos a ser “sal y luz
del mundo” (Cf. Mt 5,13-16) y dio un nuevo sentido a la ley judía para que sea
vivida y cumplida por amor a Dios y a los hombres (Cf. Mt 5,17-48). Todas estas
indicaciones, que de por sí tienen una invitación a la acción, se ven coronadas con
la afirmación final de Jesús: “ No todo el que me dice: ¡Señor, Señor! entrará en el
reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los
cielos ” (Mt 7,21). Frente a aquellos judíos que pensaban que la verdadera religión
consistía en el cumplimiento de ciertos rezos o ciertas prácticas piadosas (Cf. Mt
6,5.16), Jesús advierte que el cielo solo lo alcanzarán quienes “cumplan” la
voluntad de Dios en su vida. Es en la vida donde se gana el derecho de entrar en el
reino de Dios. Para Jesús era importante que a sus discípulos les quede claro que la
vida cristiana se vive más fuera del templo que dentro de él. Por eso, añade la
parábola de las casas edificadas sobre arena y sobre roca.
San Mateo nos cuenta que Jesús dijo al final de su discurso: “ El que escucha mis
palabras y las pone en práctica, es como aquel hombre prudente que edificó su
casa sobre roca ” (Mt 7,24). Todo lo que Jesús les dijo a sus discípulos en aquella
montaña no fue solo para que lo guardaran en el corazón como el recuerdo de un
gran sermón, sino sobre todo para que pongan en práctica cada una de las
indicaciones que allí expuso. Tanto que la vida cristiana se podría calificar de
eficiente o mediocre según se cumpla o no la voluntad de Dios expresada en las
palabras que Jesús pronunció en ese sermón. Efectivamente, Jesús llama
“prudente” a aquella persona que opta por practicar, o sea, llevar a la vida, sus
palabras; y asegura que quien obra así será como una casa “cimentada sobre roca”.
¿Por qué roca? Porque el que realiza en su vida todo lo que Jesús indicó se está
apoyando en Dios, está poniendo su confianza en él, y Dios es una roca firme.
Quien se apoya en Dios no debe temer ni a la lluvia, ni a los torrentes, ni a los
vientos fuertes de atentan contra la fe. Por otro lado, Jesús llama “ necios ” a
aquellos que, aun después de haber escuchado sus palabras, no las ponen en
práctica (Cf. Mt 7,26-27). Y es que los preceptos cristianos están para ser vividos,
no solo para ser escuchados y repetidos. No llevar a la práctica las indicaciones de
Jesús es arriesgarse a que la vida entera se vea arrastrada por cualquier viento,
lluvia o torrente que vayan en contra de la fe. Y si eso pasa “ la ruina será grande
(Cf. Mt 7,27).
Muchos de nosotros tenemos la tentación de hacer de nuestro cristianismo un
conjunto de devociones piadosas. Los rosarios, alabanzas, peregrinaciones, rezos,
jaculatorias y demás tienen un lugar importante en la vida espiritual de todo
cristiano; pero solo servirán y tendrán sentido si desembocan en la vida diaria, es
decir, si nos ayudan a practicar todo aquello que Jesús nos ha enseñado. Un
cristiano debe encontrar un equilibrio entre la oración y la acción, porque una fe sin
obras que la demuestren es puro quietismo, y las obras sin base espiritual es puro
activismo asistencial. No basta solo decir que somos cristianos, hay que
demostrarlo en la vida; no basta solo decirle a Dios oraciones bellas, hay que llevar
una vida bella; no basta decir, hay que hacer.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)